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LA PRIORIDAD CONYUGAL EN LA FAMILIA. 443 dice, los dos una carne» (Gen 2, 24). Mas «quien se adhiere al Señor, es un espíritu con é l...» (1 Co 6, 15-17); porque «nadie jamás aborreció a su propia carne, antes la mantiene y regala, como también Cristo a la Iglesia, puesto que somos miembros de su cuerpo. En razón de esto abandonará el hombre al padre y a la madre, y se adherirá a su esposa, y serán los dos una sola carne. Este misterio es grande, mas yo lo declaro de Cristo y de la Iglesia» (E f 5, 29-32). En todo este contexto se comprende cuál es el sentido paulino del «cuerpo místico» de Cristo: «Un solo cuerpo y un solo JÉspíritu... Un solo Señor, una sola fe, un solo bau tism o...» (E f 4, 4-5). «O s desposé con un solo varón para presentaros como casta virgen a Cristo» (2 Co 1, 2). El matrimonio cristiano contiene, pues, un simbolismo significa tivo y realizador de la gran unión del Esposo Cristo con su esposa la Iglesia. Y notemos, de paso, la exaltación que hace el apóstol de la unión matrimonial, al tomarla como base de comparación metafórica para exponer el gran misterio del amor de Cristo a su cuerpo místico que es la Iglesia. 2. Tiene San Pablo pasajes bellísimos y explícitos de lo que han de ser las relaciones conyugales y paterno-filiales. En E f 5, 22-33 aborda las relaciones entre los esposos, y en E f 6, 1-4 las relaciones de padres e hijos. Igualmente hace en Col 3, 18-21. Quiere que las esposas se sometan a sus maridos «como al Señor; pues el varón es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia. Y así como la Iglesia se sujeta a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo» (E f 5, 22-24). Hoy en día, cuando las mujeres están alcanzando la igualdad de derechos humanos con los hombres, se preguntan no pocos si esta doctrina de la sujeción de la mujer al marido entra sólo material o también formalmente en el texto de la Escritura. No vamos nosotros a dilucidarlo aquí. Pero nos interesa subrayar que, aun en el caso de total «obediencia» de la mujer al marido, la unión matrimonial man tiene su primacía sobre las relaciones paterno-filiales, que son expuestas después de aquéllas, y en gradación antes de las de amos y esclavos (E f 6, 5-9), como lo hace también en Col 3, 18-25; y queremos igualmente constatar la importancia de la significación analógica que el apóstol atribuye a la unión matrimonial con el misterio de la unión y amor de Cristo y la Iglesia: «Los varones amad a vuestras esposas, como también Cristo amó a su Iglesia...» (E f 5, 25). Lo mismo repite en la otra carta: «L as mujeres someteos a los maridos, como con-
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