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LA PRIORIDAD CONYUGAL EN LA FAM ILIA. 441 6. Tampoco se puede deducir nada contra la primacía de que he­ mos hablado, del hecho de que Jesús hable continuamente de sus rela­ ciones con el Padre celestial, que, por supuesto obtienen la prioridad absoluta por su naturaleza divina (Jn 14, 20; 15, 23, etc.), ni por el hecho de que al morir en la cruz nos dejase a su Madre en la persona del discípulo amado (Jn 19, 25-27), dándole a María un «hijo», no un «esposo». Lo primero se debe a la naturaleza íntima de Dios Trino, que, por supuesto, repercute en nuestra misma vida cristiana por nuestra inser­ ción en Jesucristo. Por ello nos enseñó a dirigirnos al mismo Padre en la oración. Pero ello no anula en modo alguno las expresiones de los profetas o del Cantar de los Cantares de que ya hemos hablado, que nos invitan a relacionarnos con Dios que nos ama con amor de Esposo. El mismo Cristo habló de sí mismo como del «Esposo» (cf. Mt 9, 15; Le 5, 35; Mt 25, 6. 10); enseñanza que fue luego recogida también por Pablo (cf. 2 Co 11, 2; Ef 5, 29-32, etc.) y por Juan (cf. Ap 18, 21; 22, 20). Lo segundo se debe a la superioridad que obtiene en los evangelios la virginidad sobre el matrimonio. A ella se refiere el mismo Cristo en la discusión famosa con los fariseos: «...hay eunucos que a sí mismos se hicieron tales por el reino de los cielos. Quien sea capaz de com­ prender, comprenda» (Mt 19, 11-12). Y a nuestro juicio el mismo evan­ gelio de la Anunciación de San Lucas es la mejor exposición de esta superioridad de la virginidad sobre el matrimonio en el Nuevo Testa­ mento (cf. nuestro artículo De Virginitate B. M. V. apud evaitgelium Annuntiationis, en Marta in S. Scriptura, Acta Congressus Mariologici 1965, Roma 1967, vol. IV, 465ss). Por supuesto, a la «Virgen», Cristo no le podía dejar otro Esposo que no fuera él mismo. 7. El evangelio reconoce ciertamente el valor de la unión conyugal en el orden natural de la creación, y en este orden no le quita su primacía sobre todas las otras relaciones familiares. Nos enseña además la superioridad de la virginidad en el orden de la redención y de la vida sobrenatural. «En la resurrección no se casarán ellos ni ellas, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo» (Mt 22, 30; cf. Me 12, 25). «Los hijos de este siglo toman mujer y toman marido; mas los que fueren hallados dignos de tener parte en aquel siglo y en la resurrección entre los muertos, ni toman mujer ni toman marido; pues ni morir ya pueden, como que son iguales a los ángeles y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección» (Le 20, 34-36). Por tanto la

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