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438 RICARDO MARIMON BATLLO mente en virtud de la unión hipostática, para María, Jesús tenía la prio­ ridad sobre José, y así se desarrolla en la vida de la Sagrada Familia, en los distintos misterios que nos describen los evangelios, sobre todo los de la infancia de Jesús. Pero pensamos que la prioridad familiar como tal, en lo humano, era claramente San José, el esposo, más alle­ gado a María que Jesús. 3. Mt 5, 27-30 es en realidad una buena defensa de la unión con­ yugal: «Oísteis que se dijo (Ex 20, 14): No cometerás adulterio. Mas yo os digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla, ya en su corazón cometió adulterio con ella...». Y sigue la defensa contra el divorcio: «Se dijo también (Dt 24, 1): El que despidiere a su mujer, déle un libelo de repudio. Mas yo os digo que todo el que despidiere a su mujer, a no ser en el caso de fornicación, la hace cometer adul­ terio; y el que se case con la divorciada, comete adulterio» (Mt 5, 31-32). Y explicando más el mismo punto leemos en Mt 19, 3: «¿E s lícito repudiar a una mujer por cualquier motivo?». Y Jesús responde: «¿No leisteis que el que los creó desde el principio los hizo varón y hembra? Y dijo: Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer y serán los dos una sola carne —oukéti eisin dyo allá sarx mía— . Lo que Dios, pues, juntó, que el hombre no lo separe» (Mt 19, 1-6; cf. Me 10, 1-12). Indudablemente se trata de una enseñanza del mismo Cristo. Y de una enseñanza que corrobora que es Dios mismo quien instituyó y quien hace la unión matrimonial de los verdaderos esposos: «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre». Se repite aquí la doctrina de Mt 5, 31-32: «¿Por qué, pues, Moi­ sés prescribió dar un libelo de divorcio y repudiar? Díceles: Porque Moisés en razón de vuestra dureza de corazón os consintió repudiar a vuestras mujeres; mas desde un principio no ha sido así —ap-arjés de ou gégonen oútos— . Y os digo que quien repudiare a su mujer, excepto en el caso de fornicación, y se casare con otra, adultera; y quien se casare con la repudiada, adultera» (Mt 19, 7-9; cf. Le 16, 18). La enseñanza de Cristo es clara. Dios es quien hace la unión familiar de los esposos, uniéndolos en «una sola carne», como dice el Génesis; y esta unión familiar, tal como Dios la estableció desde el principio, es indestructible por parte del hombre. El que atenta contra ella se hace reo de adulterio. El que codicia a la mujer del prójimo, comete ya adulterio en su corazón (Mt 5, 28). Ante Dios no hay divorcio,

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