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EL OCCIDENTE AL ENCUENTRO DEL ORIENTE. 401 María, conducida por San José. Ante tanta delicada belleza, G. Usca- tescu concluye: «Nikos Kazantzaki nos trae a un San Francisco cuya imagen permanecía hasta ahora lejana, acaso conservada en una forma tan adecuada a sus perfiles sólo en los frescos, casi contemporáneos, de Giotto. El eterno mensaje del santo de Asís, su figura eternamente familiar a todos, vuelven una vez más entre nosotros, en unas páginas llenas de amor, de dulce nostalgia de Dios, de heroica nobleza» 29. G. Uscastecu, alma oriental, con su visión filosófica nos ofrece aquí un valioso juicio sobre la obra de N. Kazantzaki, estudiado en la ver­ tiente primera del análisis psicológico del alma de San Francisco. Sin embargo, no toca el drama histórico que late en las páginas de Kazant­ zaki, pese a que conozca muy bien este drama. Por nuestra parte no podemos renunciar a hacer este segundo análisis de la obra del escritor cretense. En esencia, el drama histórico a que nos referimos consiste en la mutua incomprensión secular de las Iglesias, Oriental y Occidental. Asistimos en nuestros días a un acercamiento de ambas, superando secu­ lares prejuicios. Pero es mucho lo que queda por andar. Se necesitan almas delicadas que sepan hacer el difícil nudo, capaz de vincular las conciencias. Lamentamos tener que decir que Kazantzaki no veía nada fácil el hacerlo. Nos parece en línea con el Mahatma Gandhi que escribe este hiriente reproche al mundo occidental: «Cristo era un asiático cuyo mensaje fue transmitido de modos muy diversos. Pero cuando esta reli­ gión recibió el apoyo de un emperador romano, se hizo imperialista y así ha permanecido hasta nuestros días. Evidentemente, hay es­ plendentes excepciones, pero éstas son raras» 30. Aun siendo injusto, por exagerado, el reproche de Gandhi al Cristianismo occidental, no pode­ mos menos de ver entre las brillantes excepciones a que alude el Ma­ hatma indio al santo de Asís. Esta es, en su estrato sustancial, también la tesis de Kazantzaki. La acusación de prepotencia a la Iglesia occidental la cree justifi­ cada Kazantzaki en tres personajes: Inocencio III, Domingo de Guz- mán y Fray Elias. Exagera tanto los rasgos de los tres que llega a hacer de ellos verdaderas caricaturas. Ya como preámbulo, recuerda uno de los más lamentables sucesos de la Iglesia de Occidente en rela­ ción con la Iglesia Oriental. En la cuarta cruzada, los caballeros cris- 29. O. c.t 278. 30. G a n d h i, T ou s les hommes sont frères. Commission française pour l’UNESCO, Paris 1969, 92. 2

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