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336 RAUL FORNET-BETANCOURT el P. G. Bortolaso. He aquí su título: «Posibilidad y límites de la razón en el conocimiento de Dios». El ponente comenzó reconociendo que Kant había tocado este problema muy a fondo, pero sin lograr una solución satisfactoria. Su error consistió en no haber visto suficientemente la trascendencia e inma­ terialidad del espíritu. Como modelo ejemplar de tratamiento de este proble­ ma propuso el P. Bortolaso el esfuerzo de Santo Tomás en sus cinco vías, des­ tacando que su mensaje esencial se encuentra en la enseñanza de que el hom­ bre no es perfecto, que no se basta a sí mismo, y que necesita de Dios. La segunda ponencia de este día la presentó el profesor C. Huber con el título: «Posibilidad y límites del discurso humano sobre Dios». De entrada puso en relieve el ponente que el lenguaje religioso no es un lenguaje especial. El discurso sobre Dios sehace con los medios normales del lenguaje cotidia­ no y su posibilidad se muestra por su misma factualidad o necesidad. Así, con­ tra el intento neopositivista de eliminar del lenguaje la posibilidad de hablar de Dios, hay que afirmar que esa posibilidad no se deja eliminar del lenguaje, pero teniendo en cuenta a la vez que con ello no se ha decidido la cuestión de la existencia real de Dios o de la verdad de la religión. Pues la existencia fáctica de un discurso sobre Dios no implica ni garantiza que Dios existe. O sea que con la constatación de que el hablar de Dios no se puede eliminar del lenguaje sólo se demuestra la existencia de la religión como dimensión real del hombre, más no la existencia de Dios. De estos presupuestos concluyó el profesor Huber que el discurso sobre Dios tiene su base en las personas que viven una religión, y que, encontrando su articulación en las palabras del len­ guaje normal humano, debe ser inserto siempre en el contexto existencial de una vida completa. La tercera conferencia intitulada: «El arte de creer», fue pronunciada por A. Frossard. Sus reflexiones apuntaron fundamentalmente a llamar la aten­ ción sobre esa forma de ateísmo que el potente, sin ánimo de ofender, calificó de «ateísmo idiota», entendiendo por éste el ateísmo del hombre idiotificado por el exceso de la «carne» de la sociedad industrial y por la subsiguiente educación antirreligiosa. Lo propio de este ateísmo, que es el que predomina en el mundo de hoy, no es su fondo filosófico ni su combatividad ideológica, sino su indiferencia. Por ello la pastoral evangelizadora debe redoblar sus esfuerzos por manifestar en forma vital la existencia de Dios como la mara­ villa de Dios, ejerciendo e invitando a ejercer la inteligencia en el sentido de la humilde capacidad de dejarse interpelar por la palabra de Dios. Esta tercera jornada se cerró con una mesa redonda en torno a las com­ plicadas relaciones entre fe e ideología. En el cuarto y último día del congreso se abordó el aspecto teológico del problema en debate. En su ponencia: «El Dios de la gloria y de lacruz», el P. Le Guillou hizo una exégesis muy fina de la autopresentacióndeDios en la conocida fórmula del «yo soy el que soy», señalando que Dios esel ú que puede decir «yo soy» y que es necesario, además, relacionar el «yo soy»

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