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328 E. RIVERA guerra civil, con numerosas penalidades físicas y de orden moral, impidieron que cristalizaran en una producción intelectual más fecunda. Aun en lo que realizó ha dejado una huella incitante y aleccionadora. P. Gabriel de Sotiello, “claridad de inteligencia en acto” También hemos buscado para el P. Gabriel una fórmula filosófica en la que enmarcar su módulo de pensador y la hemos hallado en la que acompaña su nombre. Muchas veces solía mentar la conocida frase orteguiana: «La cla­ ridad es la cortesía del filósofo». Y con acentuado matiz repetía la que Ortega toma de Goethe: «Yo me declaro del linaje de esos / que de lo oscuro hacia lo claro aspiran». Indudablemente, el P. Gabriel recibió como don del cielo el estar dotado de una inteligencia que irradiaba claridad en su vivir y pensar diarios. Hasta en los momentos en que se disentía de él o se le juzgaba equivocado, siempre traspiraba una actitud mental nítida que serenamente manifestaba. Esta clari­ dad fue una constante en su vida de estudio que pudiéramos resumir en esta triple vertiente: profesor, escritor, conversador. Como profesor ejerció la docencia de Humanidades en el Seminario Será­ fico de El Pardo (años 1945-1947). A su regreso de Roma, donde obtuvo la licencia en filosofía, explicó esta asignatura en el Colegio de Montehano y de Salamanca desde 1953 hasta que el Señor le probó, en 1972, con la dura en­ fermedad que le produjo la muerte. Los testimonios de sus alumnos son uná­ nimes en atestiguar la claridad y precisión con que exponía los más abstrusos conceptos de la Metafísica, asignatura que explicó durante todos los años de su docencia filosófica. Cuando el director de vocaciones tardías del Colegio de El Salvador de esta ciudad de Salamanca me pidió le indicara un profesor adecuado a los difíciles alumnos de este Colegio, no tuve reparo en recomen­ darlo con la seguridad de que tendría éxito en este campo difícil de docencia. Pudiéramos considerar una prolongación de su docencia el curso Filosofía, que escribió por encargo de la editorial Everest para 6.° de Bachillerato. Todo es claro y límpido en este libro de clase. Es modelo escolar para abrir las jóvenes inteligencias al difícil saber filosófico. Su texto expositivo, las breves lecturas exquisitamente selectas, los epígrafes iniciales, las figuras de los filó­ sofos que ilustran las páginas, todo responde a la diafanidad de una mente que rehuye toda clase de divagaciones y neblinas. Para ponderar el mérito de la misma bastaría analizar las páginas 73-79, que dedica al tema del tiempo. Desde que San Agustín confesó que no le preguntasen qué era el tiempo por­ que lo ignoraba, ha sido tema sobradamente oscuro y abstruso. Pues bien, en estas páginas se densifica con tal claridad lo que se ha pensado y se debe pen­ sar del tiempo que cualquier profesor medianamente capacitado puede hacer comprender lo más sustancial del difícil tema a inteligencias algo abiertas.

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