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326 E. RIVERA tendencia hacia él con declarada afectividad. Pensamos que estas dos notas definen la actitud vivencial del P. Agustín respecto de los estudios. Los es­ timaba, pero los estimaba con ardoroso afecto. Esto lo mostraba al instante de tomar contacto con él. La raíz de esta su vivencia poco a poco la traslucía hasta dejar patente aquella su íntima, algo exagerada convicción, de que al mundo lo dirigen las ideas grandes y luminosas. A ellas atribuía toda la acti­ vidad humana posterior, tanto en el plano individual como en el colectivo. Si esto le era patente se explica que para él la adquisición de una ideología sana y luminosa fuera el fin primordial de toda auténtica formación. De aquí deri­ vaba su tenaz recomendación del estudio. Tres hechos queremos recordar en los que se manifiesta su preocupación por intensificar el cultivo de los estudios en la provincia de Capuchinos de Cas­ tilla. El primero fue el denodado esfuerzo que mantuvo por lograr que la pro­ vincia tuviera un Reglamento de Estudios a la altura de los tiempos. Fue éste obra del cuerpo de profesores. Pero la iniciativa y la exigencia de llevarlo a efecto se debió en gran manera a la voluntad decidida del P. Agustín. En mi estudio, Anotaciones pedagógicas a la “Sedes Sapientiae eique Adnexa Statuta Generália” (con referencia al " Reglamento de Estudios” de la provincia Capu­ china de Castilla), publicado en esta revista (IV [1957] 1-39), hice ver cómo este Reglamento de Estudios se anticipó en muchos temas a la Constitución Apostólica mentada. Supe que este estudio le llenó de íntima satisfacción, al ver que el Reglamento de Estudios , que bien pudiera considerar en gran parte obra suya, era valorado con comprensión y alteza de miras. El segundo hecho tiene relación con la revista del Colegio de Teología, Reflejos. No es cosa de determinar hasta dónde llegó su influjo fundacional. Baste indicar que la revista tuvo siempre en él, como Provincial, Definidor y Lector un constante y decidido apoyo. Nos consta que el lema agustiniano de su portada fue selección suya: «Meditationes meae, ne oblivione fugiant, stylo alligo» (S. A ugust ., De Trinit. I, 3). El tercer hecho ha sido mentado al principio de esta nota, como justifi­ cación de la misma. Fue su intervención eficaz para que tuviera lugar la pu­ blicación de esta revista, Naturaleza y Gracia. Los reiterados apremios de que fui objeto, como responsable de la dirección de la misma,son hoy un grato recuerdo a su acción estimulante y alentadora. No quedaría completa esta breve reseña sin aludir a su aportación personal a los estudios. Dos aspectos podemos considerar en esta aportación: la docen­ cia y las publicaciones. Por lo que toca al primero, recién ordenado sacerdote en 1920 es destinado a ser profesor de Ciencias en el Colegio de Filosofía de Montehano. En 1926 es destinado a Roma para doctorarse en filosofía. En Roma permanece como profesor-repetidor en el Colegio Internacional hasta 1934 en que es elegido Provincial de Castilla. Concluido su provincialato en 1939, de nuevo ejerce la docencia (excepto su segundo trienio de Provincial, 1942-1945) en nuestro Colegio de Filosofía hasta 1963, en que es jubilado de

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