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LA MUSICA EN LA LITURGIA 323 positor, al pueblo por tanto. Todo lo demás venía siempre de arriba. Por lo mismo aprovechar esta oportunidad de creación y expresión popular. Se puede decir que no hay forma musical que deba quedar marginada de la liturgia, si viene de la auténtica raíz popular y responde a su función dentro de la litur­ gia. Y del mismo modo se puede decir que todo instrumento musical tiene cabida en la liturgia como productor y generador de material sonoro sin más. Igualmente las formas de la música popular: jazz, espiritual negro, chanson, folk song, folk music, beat, hit, etc., tienen su lugar en la espontaneidad y participación de la asamblea, teniendo siempre cuidado de guardar la función del momento en que la música se inserta. H. H ucke5 ha resumido los pros y contrasde este empleo de nuevas formas musicales en la liturgia. Los aspectos positivosque favorecen una inserción de estas formas en la liturgia serían: I. La liturgia debe expresarse en el lenguaje de nuestro tiempo y respon­ der a las exigencias de cada país. 2. La Iglesia muestra su fuerza creadora cuando asimila los estilos artís­ ticos y los medios de expresión profanos. 3. Para juzgar la calidad del canto litúrgico no son decisivaslas valoracio­ nes estéticas. Los argumentos contrarios que desaconsejan la inserción de las formas nue­ vas musicales en la liturgia serían los siguientes: 1. No es apropiada para la liturgia una música a la que se asocian imáge­ nes de la música ligera y de baile. 2. Esta clase de música se dirige preferentemente a los instintos sensitivos del hombre. No apela a sus potencias espirituales. 3. Los elementos del jazz provienen de un mundo vivencial que es extraño al mundo occidental. 4. La música es un arte que debe orientarse a los valores espirituales del hombre. 5. La música de los modernos medios de difusión tiene un peculiar modo de existencia no transferible a la música en la liturgia. — En la iglesia se necesita también una audición más cultural de la mú­ sica religiosa. La liturgia necesita del gran arte. Bach, por ejemplo, es siempre un ideal universalmente reconocido. Y una comunidad que por diversas cir­ cunstancias necesita del gregoriano, Palestrina o Perosi, pueden también expre­ sarse en sus géneros respectivos, sobre todo en celebraciones más individua­ lizadas. 5. H. Hucke, Jazz y música popular en la liturgia, en Concilium 42 (1969) 327-328.

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