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318 JOSE M. GARCIA LABORDA lo «indecible» es la que queda reservada precisamente al canto, cuyos conte­ nidos pueden ser agradecimiento, amor, esperanza, nostalgia, dolor, etc.2. Cuando la palabra fracasa en la comunicación de lo indecible, ofrece la música la alternativa de una nueva expresión y significación. Porque la música además no sólo expresa un contenido sino que al mismo tiempo ofrece la capacidad de hacer participar a los demás emocionalmente de ese contenido. De ahí que el canto sea la plenitud de la palabra, revistiéndola de una nueva carga afectiva y reforzando su entonación y ritmo. El canto im­ pulsa a los otros a unirse al contenido vivencial expresado, y esto sucede no tanto por el texto, sino sobre todo por los elementos específicos de la música, como son el ritmo, la melodía y la armonía. El ritmo genera movimiento y sentido de corporeidad, acentúa lo festivo, la espontaneidad, la improvisación, favorece la distensión y genera nueva fuerza. Su contenido gestual aporta una riqueza indispensable a la necesidad que tiene el hombre de expresarse con to­ do su cuerpo y alma ante Dios. La melodía y la armonía elevan la palabra a una nueva carga emocional y artística. Así pues, el hombre no puede renun­ ciar al canto, sin abandonar con ello algo insustituible. Y por lo mismo la Iglesia no puede rechazar o eliminar este aspecto imprescindible da la vida humana si desea que el cristiano encuentre en las celebraciones el equilibrio armónico de su vida espiritual. Fundamento bíblico-teológico Somos herederos religiosos de un pueblo que ha expresado toda su expe­ riencia religiosa con salmos, himnos y cánticos inspirados. Israel plasmó sus vivencias religiosas, sus celebraciones cultuales y su historia entera en cánticos y salmodias. En el Nuevo Testamento Cristo y la primitiva Iglesia continuaron asimilan­ do esta cultura musical judía. Cristo rezaba y cantaba los salmos en la sino- goga, celebraba la pascua y entonaba igualmente el canto del «hallel» con tal motivo. El Nuevo Testamento nos ha transmitido cánticos líricamente inspira­ dos: Cántico del Magníficat, Cántico de Zacarías (Himno escatológico), Cántico de Simeón (Berajá), Cántico de los ángeles y pastores, etc. También la primitiva comunidad cristiana fue desde sus comienzos una comunidad que cantaba. Y esto sucedió en la tradición de la sinagoga, que transmitía su kerigma con salmos e himnos. Por eso la música no sólo era adoración y veneración divina, sino también anuncio en pluralidad de formas musicales, entre las que destacan los himnos. Hay un catálogo considerable de himnos neotestamentarios: Himnos cristológicos (Flp 2, 5-11), himnos bau­ tismales (1 Tim 3, 16), himnos escatológicos (1 Tes 1, 9-10), himnos doctrina­ les y morales (1 Cor 3, 16), himnos apocalípticos (Himno del Cordero), etc. 2. Karl S chlemer , Die Rollen und Rollenbücher der erneuerten Liturgie (V), en Geistliches Leben, septiembre 1980, 333-340.

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