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LOS TRES INFINITOS DE TEILHARD DE CHARDIN 309 Esta evidencia, continúa L. S. Senghor, de dos energías (la física, en su doble vertiente espacial y temporal, y la síquica) en K. Marx la una es causa de la otra, pero para Teilhard, las dos están conjugadas. La energía tangencial va agregando sus corpúsculos en el largo camino del pensamiento. El sabio va constatando una sucesión, el filósofo va descubriendo la causa profunda del primer fenómeno, el creyente hace intervenir a Dios. Pero, como nos ha ex­ plicado Chardin: Dios hace hacer las cosas. La evolución no es unívoca y lineal, hay revoluciones dialécticas dentro de la biosfera. La humanidad ha tenido un cierto punto de complejificación ató­ mica, del orden de un millón de años (que hace que apareció el ser humano, cifra nimia comparada con los catorce mil millones de años del Cosmos o los cinco mil millones de años de la Tierra, según se calcula y de los dos mil millo­ nes de años de la aparición de la vida sobre este planeta). La manifestación principal de esa evolución, es la aparición del ser consciente, dentro del nivel biosférico de lo instintivo. La cualidad esencial de la vida es la capacidad de estirar las cadenas filogenéticas, con un desarrollo progresivo de la complejidad de la conciencia. Cada eslabón filogenético corresponde a la acentuación de un modo particular de la organización. Ese fenómeno de especialización ha permi­ tido desarrollar las especies. Esta especialización, nos explica Teilhard, es el resultado de dos mecanismos divergentes pero, en definitiva, convergentes. El mecanismo que más aparece es el de la mutación. La aparición de un carácter, sicológico o biológico, que depende del juego de los grandes núme­ ros, se desarrolla por un proceso de saltos cuantitativos. La mutación presenta dos aspectos: una mutación interna, bajo efectos síquicos, la educación pene­ trando en los genes cromosómicos, una mutación por fecundación; una segun­ da mutación sin fecundación de cualidades superpuestas, de diversificación de nuevas ramas de la línea principal, de nuevas especies de eslabones filogené- ticos. Es decir, en otras palabras, por un lado va la evolución física, material y dialéctica, que cumple las leyes establecidas por K. Marx (la de la interac­ ción, la de la cualificación de lo cuantitativo, la del cambio permanente y la de la síntesis dinámica) y que se aplica a la biología, a la sociología y a la cosmología, pues abarca los dos infinitos macrocósmicos del Universo: el es­ pacial y el temporal o eternidad (unidos por A. Einstein en la teoría de la re­ latividad). Por el otro lado, la evolución síquica, moral y espiritual se va des­ arrollando en un proceso sensible, según Chardin, hacia arriba, distinto del de hacia adelante, pero no hacia arriba en una dimensión de altura, sino hacia dentro, en el infinito del alma de la complejidad de la conciencia (que ésta es la ley que la rige, distintas de las dialécticas y materialistas), mucho más profundo que lo que hubiera imaginado el sicoanálisis de S. Freud, pues él estudió la parte inconsciente de la persona, condicionada por la libido eró­ tica, nivel intermedio entre lo material, lo físico y lo económico, por una par­ te, y el espíritu, la inteligencia, la voluntad, el alma y la conciencia, por la otra, nivel más arriba del plano del instinto sexual. Así pues, tenemos tfes

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