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304 IGNACIO HERNAIZ conceptos del alma, inteligencia, sensibilidad, mente, pensamiento, memoria, vo­ luntad, sentimiento, siquis y, para decirlo con las mismas palabras de Teilhard, la complejidad de la conciencia. Ahora bien, no es que el espíritu y la inteligencia sean lo mismo, sino que la proyección del alma sobre la parte neumática de la persona, nos lleva al in­ finito complejo de la conciencia; mientras que, si el ser humano, se vuelca so­ bre el contenido síquico, en el análisis de su mera circunstancialidad, entramos en la dimensión temporal, bien a un primer nivel, individual o biográfico, o en un plano colectivo o histórico, ya en un grado abstracto de la pura eterni­ dad. Pos último, si el yo recapacita sobre su soma, las simples apetencias de su propia corporalidad, la voluntad dominada por el instinto, el infinito posible es el matemático. Para Chardin, las fases de la evolución son seis. La primera etapa es la de la geosfera, es decir, la que corresponde al infinito espacial. La segunda es la de la biosfera vegetal asimilable, por lo tanto, a la primera, al prescindir de la sen­ sibilidad interna, en el sentido de I. Kant, quedándonos sólo en la externa. La tercera fase, la de la biosfera animal y, la cuarta, la de la biosfera humana, corresponden al infinito temporal o eternidad. La diferenciación entre las fases es la reflexión, los animales no piensan y los seres humanos sí, además piensan que piensan, saben que saben. La quinta fase es la de la noosfera en su nivel histórico terráqueo y, la sexta, la noosfera en un plano cósmico, universal, nu­ clear y atómico. La civilización es un proceso social que (con A. J. Toynbee) nace, se desarrolla y muere. La cultura (con J. Uscatescu) es un protofenómeno que procede del «omphalos» mesopotámico y llegará hasta el final de los tiem­ pos. No estamos ante un proceso lineal, como quiere el marxismo sino que, la historia de la humanidad, en su desarrollo sensible, sigue una serie de ciclos que, a continuación, vamos a comentar y que producen unos fenómenos espiri­ tuales, las religiones, a cuya unidad tendemos. Podemos afirmar que, al igual que llamamos prehistoria a la fase de la humanidad sin conciencia social escrita, a esta etapa de noosfera terráquea la denominamos protohistoria y, verdadera historia, será la fase de la noosfera cósmica y universal, es decir, con la salida al espacio sideral y, en nuestro planeta, que no haya divisiones nacionales, civi- lizatorias y religiosas. Ahora bien, estos tres infinitos de Teilhard y las seis fases evolutivas, cada uno de aquellos corresponde doblemente con éstas; se vuelven a emparentar con otro trío conceptual: el de la génesis, es decir, el de la creación. La cosmogénesis es la creación del Universo; pero el espacio es infinito, como hemos expuesto ya; la geosfera, mejor dicho, la mundosfera es tremendamente inabarcable; por lo tanto, el proceso evolutivo de expansión del Universo, según la teoría de la relatividad de A. Einstein, es ilimitado. Los dos infinitos materiales son el ma­ crocosmos y es, el espíritu, el microcosmos. Por ello, no puede ser condicionado (el Universo tampoco, pero sí la materia terrestre), el alma humana no puede ser determinada por no ser finita.

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