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312 IGNACIO HERNAIZ babilónico y reforzado luego, tras la dispersión, al ser destruido su territorio por los romanos, en la kábala, es decir, en la clandestinidad y consiguiente persecución por españoles, musulmanes, alemanes y rusos. La oración es para el judío (al igual que para el cristiano, el mahometano, el hindú y el budista) lo que, la magia para el brujo y lo que laciencia para el materialista. La oración pide, ruega a Dios; la magia ordena,se alia con el Diablo (el Demonio es el dios enemigo de los hebreos, Belzebú es el dios Baal de los fenicios); y la ciencia materialista, niega. Es decir, sólo hay tres formas de relación con Dios: rezar religiosamente, negar ateamente y pactar con su enemigo Satanás. Así pues, hemos pasado de una concepción hindú del alma colectiva de la humanidad, a una separación racial (los que no nacen israelitas son gentiles) del espíritu universal. Para los israelitas, Dios está con ellos y Lucifer con sus enemigos, que son todos los que no son de su raza o se interponen en la realización de su concepción mesiánica. Pero pasemos, ahora, rápidamente, al budismo. La ética budista surge como reacción al sistema de castas hindú, defen­ diendo la igualdad de todas las personas, por ello es rechazada por la civi­ lización india y recogida por la mayoría de las sociedades asiáticas no indoeu­ ropeas. La doctrina o dhamase inicia con un análisis de las condiciones en que se desarrolla la existencia humana. En la vida se dan las características principales: dukha. anicca y anatta. Dukha es la ascesis, el mal, la enferme­ dad, el sufrimiento y el dolor; por lo cual si es aceptado voluntariamente, crea una fortaleza interior. Anicca esla caducidad, o sea, la cualidad transitoria de todas las experiencias terrenas y, en particular, de los placeres de la vida, correspondiéndose con la ley del cambio y de la decadencia que se observa en todas las cosas, seres y fenómenos. Anatta es la ausencia moral permanente y constante del individuo, desligándose el alma individual de la colectiva. El budismo, según T. Ling, indica todo lo que tiene que saber cualquier persona, tiene que reconocer el hecho de que, en la vida terrestre, no hay verdadera alegría, sino que toda la vida es sufrimiento, la vejez es sufrimien­ to, la muerte es sufrimiento, estar unido con quien uno no ama es sufrimien­ to, estar separado de quien uno ama es sufrimiento y no alcanzar lo que uno desea es sufrimiento. Pero no tenemos que comprender que todo, en esta vida terrenal, sea dolor, sino también que esta existencia es nuestra suerte, porque bajo la ilusión de que puede traernos placer, la deseamos vivamente. El fin del sufrimiento sólo puede lograrse matando, el ser humano, en sí mismo, la vo­ luntad de vivir. Si lo hace, entra en el nirvana, es decir,en la extinción de la relación entre el alma individual y la colectiva; este bendito estado es aquél, en el cual, se pierde la conciencia de sí mismo. La disposición ética, dice A. Schweitzer, del espíritu no tiene, para la per­ sona, únicamente importancia, sino que, al propio tiempo, es una fuerza que sale de ella. El alma no puede ser más sencilla, representa la energía creadora

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