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SAN FRANCISCO ANTE LA HISTORIA 277 de ellas comprender la acción ejemplar del santo. Ilustra Toynbee su perspectiva histórica con la parábola evangélica del sembrador. La his­ toria muestra al ojo la posibilidad de tres frustraciones de la simiente buena, arrojada a los surcos de la misma. Pero se da otra circunstancia en la que la simiente resiste a la frustración. Es cuando la semilla crece y se multiplica. Ha renacido entonces la esperanza. En este enmarque tenso y definido ya se pueden leer con clarivi­ dencia estas líneas en las que se remansa lo mejor que nos dice Toyn­ bee sobre el tema en que venimos reflexionando: «Dentro de este breve período que ha transcurrido desde la primera epifanía de una religión superior en la tierra, la vida de los santos da testimonio de que algo de la simiente ha caído ya en buen terreno»» 16. Cita aquí el pasaje de San Mateo en que se dice que el fruto recogido puede ser ciento por uno, de sesenta o de treinta. Para Toynbee los santos son el terreno de buen cultivo que hace florecer la gran cosecha del espíritu. Entre los santos se halla San Francisco hacia el que el filósofo de la historia no cela su preferencia. Un franciscano en este momento siente cierta comezón en recopiar lo que se lee en su obra. La gra­ duación que hace, en choque hiriente con la humildad franciscana, sólo a su cuenta puede correr: «Este vaticinio de las Escrituras (el de la simiente en tierra buena) ya se cumplió en vidas tales como las de John Wesley y San Francisco de Sales e, in excelsis, en la de San Francisco de Asís» 17. La frase rubrica la inmensa simpatía que el gran santo de Asís ha irradiado en la cultura moderna. A qué distancia nos hallamos de las impiedades y ligerezas de la Ilustración volteriana. Pero esta consta­ tación del cambio de mentalidad ante la figura del santo en los filósofos de la historia no debe, en modo alguno, hacernos olvidar cuál ha sido el influjo histórico del mismo. Ha consistido ante todo en que por un camino de radical superación del propio egoísmo el santo se ha lanzado en brazos de la Realidad Absoluta y en ella se ha abierto a los demás hombres. San Francisco significa en la historia el ocaso del egoísmo humano y el amanecer de un nuevo día en el que los hombres van a sentirse más hermanos. El vive lleno de Dios. Y de su plenitud se desbordan torrentes de luz y de vida que van a henchir el inmenso vacío humano que ha sido imposible llenar por los arenales de los ego- 16. O. c. 97. 17. O. y l. c.

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