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276 ENRIQUE RIVERA Sólo una filosofía, transformada de amor al saber en amor religioso, podría llevar el hálito de la esperanza a la conciencia humana, pues una filosofía, alega Toynbee, que no se transforma en religión, resulta ineficaz. Los motivos de esta ineficacia los halla en que la filosofía es exclusiva de una élite intelectual que la administra desde muy lejos al común de las gentes; en que utiliza el lenguaje científico del intelecto y no el poético del corazón; en que habla tan sólo de deber y no hace sentir el sincero impulso del amor. Por otra parte, si el sentido humano que anima al filósofo, le impone el deber de iluminar a sus semejantes, la búsqueda egoísta de su autosuficiencia le exige el no desentenderse nunca de sí mismo, sucumbiendo por la piedad y el amor a algo que le sea ajeno. En fuerza de este razonamiento, he aquí la conclusión que el gran pensador de la historia deduce: «De esta suerte, la filosofía no logra llenar el vacío espiritual creado por los sucesivos fracasos del culto de la comunidad parroquial y del culto de la comunidad ecuménica; y este fracaso final del culto del hombre en la forma de la idolización de la autosuficiencia individual, muestra que el culto del hombre, en cualquiera de sus formas, es incapaz de satisfacer las necesidades espi­ rituales humanas» 14. Ante este reiterado fracaso, Toynbee percibe en el horizonte de la historia la promesa y esperanza que aportan las religiones superiores con el culto que promueven a la Realidad Absoluta. El fracaso incita al hombre a poner sus ojos en Dios. Al mirarlo, entrevé que Dios es primariamente amor y poder. No es deificación de la naturaleza, como en las sociedades primitivas, sino liberación del egocentrismo a que todo ser humano se halla ineludiblemente sujeto. El egocentrismo sólo es superable en comunión viva con la divinidad. Esta superación es el gran mensaje que traen consigo las religiones superiores. En todas ellas se verifica, según Toynbee, lo que de la cristiana afirma San Juan en el prólogo de su Evangelio: «L a luz resplandece en las tinieblas» (I, 5 ) 15. No es el caso de discutir ahora la validez del sincretismo religioso, propugnado por Toynbee aquí y en toda la época final de su vida. Lo importante y decisivo para nuestro propósito es poder constatar el grandioso momento de la epifanía de las religiones superiores. Y dentro 14. O. c., 83. 15. O. c., 96.

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