PS_NyG_1981v028n002p0269_02990410

SAN FRANCISCO ANTE LA HISTORIA 275 sonal y distante para ganar afecto suficiente, en tanto que la encarna­ ción personal del ídolo es demasiado familiar e incapaz de inspirar el suficiente respeto. El carácter impersonal de un imperio ecuménico como institución se hace sentir en la lejanía de su metrópoli respecto de la vida cotidiana de la gran mayoría de sus súbditos» 13. Estas frases de Toynbee nos hacen ver que la segunda opción elegida tampoco podía llenar el inmenso vacío humano. Fue entonces cuando se buscó un tercer camino: el culto del hombre como filósofo autosuficiente. Esta opción pudiera hacer el ridículo en ciertos ambientes actuales de desestima hacia el filósofo. Si Toynbee hablara del sabio autosufi­ ciente de nuestros días... Pero este filósofo de la historia mira de nuevo a la época del gran imperio de Roma para percibirlo corroído por la desilusión y la desesperanza. Entonces ve que se yergue en el centro de aquella historia un hombre que se cree capaz de dirigir las conciencias y darles una ilusión salvadora. Este hombre es el filósofo estoico. Interesa subrayar esta última opción para superar el vacío humano porque muchas veces, sobre todo en plan de confrontación ilustrada, se ha contrapuesto al santo el filósofo estoico. Sepamos, por lo mismo, qué opina Toynbee sobre el culto que se le dio como a hombre autosuficiente. Adviértase, como guión orientador, que el sis­ tema estoico rodeó, con prevalencia sobre otros sistemas filosóficos, la cuna del Cristianismo. En la actitud de Sócrates, con su conducta heroica ante el ataque del estado, ve Toynbee una egregia figura de filósofo autosuficiente, que asestó duro golpe al culto de la comunidad parroquial. De este golpe fueron incapaces de recobrarse no sólo Atenas sino todo el mundo helénico. Cuando éste sucumbe al imperio romano, las escuelas filosóficas del helenismo siguen el camino socrático en busca de la sere­ nidad y de la imperturbabilidad propias del sabio. El filósofo estoico es ante todo quien encarna esta tendencia. Toynbee le reprocha el que de propósito busque la extinción de los sentimientos generosos de amor y de piedad hacia sus semejantes. Una cita de Epicteto y otra de Séneca ponen en evidencia cómo estos proceres del pensar estoico con­ sideraban la piedad como una dolencia y la emoción como un estado afectivo que debía reprimirse siempre. Desde supuestos tan inhumanos fue imposible que el filósofo estoico colmara el vacío cada día más sensible del vivir del hombre. 13. O. c„ 55.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz