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272 ENRIQUE RIVERA Cuarenta días antes de que estallara la segunda guerra mundial —lo constata él mismo— los tres siguientes. La guerra le fuerza a interrum­ pir su trabajo para intervenir activamente en la contienda, poniendo al servicio de su patria sus amplísimos conocimientos. Concluida ésta, apa­ recen en 1954 los cuatro últimos de la gran obra 5. Interesa resaltar estas fechas por su vinculación a la problemática de Spengler sobre el destino de la humanidad en su historia, nunca más acuciante esta pro­ blemática que ante el impacto experiencial de las destrucciones causadas por la guerra. Lo que sucede es que si A. Toynbee acepta la visión unitaria de la historia en línea con Spengler, mejor diríamos que con San Agustín, no comparte el biologismo naturalista spengleriano, ni su determinismo subsiguiente. Con Toynbee la historia adquiere un ca­ rácter netamente humano, pues en ella solamente el hombre, con su acción y reacción, responsable y libre, es el factor decisivo. Se halla éste ciertamente condicionado por factores geográficos, raciales, ambien­ tales, etc... Pero la última respuesta al enigma de la historia la da siempre el hombre6. Durante veinticinco años, de 1930 en adelante, Toynbee trabaja en su obra fundamental, Estudio de la Historia. Sobre dos goznes hace girar este estudio. Son estos el binomio impersonal «reto-respuesta» —«Challenge-response» en el lenguaje de Toynbee— y la acción per­ sonal de la masa y la minoría. Pero a medida que avanza en su estudio se advierte que la religión se hace tema central en su visión de la historia. Una invitación a dar dos conferencias Gifford en la universi­ dad de Edimburgo, los años 1952 y 53, le incita a adentrarse deteni­ damente por este tema. Fruto de sus reflexiones es su obra, El historia­ dor y la religión 7. En el momento cumbre de las mismas ve aparecer sobre el fondo de la historia la epifanía de las religiones superiores que se alzan sobre el fracaso de las civilizaciones humanas. Dentro de estas religones, los santos son el testimonio máximo de su acción y de su eficacia. Entre ellos percibe a San Francisco de Asís como una cumbre 5. A. J. T o ynbee , A Study of History, vols. I-III, 1934; IV-VI, 1939; VII-X, 1954. D. C. S o m er v ell ha dado un compendio de la obra en dos vols., autorizado con el refrendo de Toynbee. Traducida al español por L. Grasset (Buenos Aires 1952-1959), facilita el acceso a la obra original. 6. Entre la multitud de comentarios de que ha sido objeto la filosofía de la Historia de A. Toynbbe juzgamos muy valioso e iluminador el del gran filósofo católico de la historia C h . D aw son , Dinámica de la historia universal, Madrid 1961, 290-300. 7. El historiador y la religión, Buenos Aires 1958.

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