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298 ENRIQUE RIVERA él se inicia una justicia histórica a favor del influjo de las fuerzas espi­ rituales en la trama de la historia. Le sigue muy de cerca F. Ozanam, quien sentía el deber de «crucificarse sobre la pluma y la cátedra», pero con tiempo para ejercer acendradas obras de caridad, dando vigo­ roso impulso a las Conferencias de San Vicente de Paúl. Dedica F. Ozanam uno de sus más bellos libros a Los poetas franciscanos de Italia en el siglo X I I I a1. Este hecho literario lo comenta así el P. Gemelli: «Con seriedad de erudito, con espiritualidad de creyente, con finura de esteta, Ozanam saludaba en San Francisco al Orfeo de la Edad Media» 48. Este preámbulo lo hemos juzgado necesario para que el lector inter­ prete con facilidad el estridente contraste cuya anécdota nos refiere el mismo F. Ozanam. La recopiamos pese a ser un tanto larga. Pero vale por todo un libro y, en nuestro caso, resume cuanto llevamos pensado en estas meditadas páginas. Dice así F. Ozanam: «E l historiador Gib- bon había visitado Roma en su juventud. Un día que, invadido por recuerdos, discurría por el Capitolio, escuchó de pronto cánticos de iglesia, y vio salir por las puertas de la basílica de Ara coeli una larga procesión de franciscanos que hollaban, cubiertos los pies con sanda­ lias, el suelo donde discurrieron tantos cortejos triunfales. Sintióse entonces inspirado por la indignación y engendró el designio de vengar a la antigüedad ultrajada por la barbarie cristiana, y concibió la idea de escribir la Historia de la decadencia del Imperio Romano. Pues bien, yo también he visto a los religiosos de Ara coeli hollar las viejas losas del Júpiter Capitolino; y me he regocijado del triunfo del amor sobre la fuerza49, y he resuelto escribir la historia del progreso en aquella época en que el filósofo inglés no supo ver más que decadencia; la historia de la civilización en los tiempos bárbaros; la historia del pen­ samiento que sobrenadaba en el naufragio del imperio; la historia de las letras, en fin, surcando las olas de las invasiones, a la manera como los hebreos pasaron el Mar Rojo, conducidos por el mismo forti tegente brachio. No conozco nada más sobrenatural, ni que pruebe mejor la 47. Trad. Duque de Maqueda, Buenos Aires 1949. 48. O. c., 272. 49. Subrayado nuestro.

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