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294 ENRIQUE RIVERA ni otra aspiración que la plenitud de la santidad». A Isabel ya no le queda otra cosa sino recibir la santa comunión eucarística y pronunciar las palabras de la eterna humildad cristiana: « Domine, non sum digna». Con esta jaculatoria desaparece Isabel, la duquesa de Turingia, del teatro de este mundo. Figura relevante en la historia de los triunfos de la gracia cuando ésta se apodera de un corazón generoso. Pero es de notar que este triunfo se logra por el camino franciscano de la pobreza y del amor. Sobre el monte Alvernia la gracia triunfa en Francisco cuando éste experimenta la dura prueba del Señor en el alma y en el cuerpo. Su alma, dolorida por la duda, entabla este coloquio con su Dios: «Señor, me entregaste tu palabra y yo he intentado vivirla con tu gracia. Pero, ¿no he seguido quizá un camino falso? Mis hermanos me dicen que la senda que les he trazado es imposible. ¿Me habré tal vez engañado? Respóndeme, Señor... Comprendo que te pido demasiado. Tú sólo quieres mi sacrificio. El sacrificio de mi voluntad...». También el cuerpo de Francisco acompaña a su alma en el dolor. Su carne escuálida es lacerada con los estigmas sangrantes del Crucificado. El monte Alvernia viene a ser una réplica humana del misterio divino del monte Calvario. Plenitud del poder de la gracia por la senda escondida de la santidad. El drama, que se inicia con el sueño de Inocencio III febricitante, concluye en la sala funeraria donde muere. Las últimas palabras del gran Papa son una protesta ante el Señor de que ha querido su triun­ fo. Al ver a Francisco, que entra entonces en la estancia papal, Ino­ cencio le dice: «El reino de Dios ha bajado ya a la tierra. Se halla en ti. Tómame contigo». Francisco cubre entonces con su manto al Papa, a quien besa respetuosamente, mientras le dirige estas palabras: «En nombre de la mujer que un día me saludó vestida de color ceniza, en nombre de la santa pobreza...». El Papa le interrumpe para excla­ mar fuera de sí: «¿Qué veo? ¿Clavos en tus manos, sangre en tu cos­ tado? Tú eres el reino. Tú só lo» . Son sus últimas palabras, pues muere en aquel instante. La visita de Francisco al Papa moribundo recapitula todo el drama de las tensiones entre el poder y la gracia. Inocencio aún en su lecho de muerte sueña con el reino de Dios en la forma visible de un poder humano. Francisco no le trae ese poder en su última visita. Tan sólo el manto de la pobreza con el que le cubre. Pero al contemplar el gran Papa que las llagas de Cristo tienen una réplica en Francisco, opta definitivamente por el supremo poder de la santidad. Todo el drama

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