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270 ENRIQUE RIVERA Esto se ha dado en San Francisco y las multitudes que le seguían. Que fue un gran santo nadie lo discute. Que estuvo inserto en el alma de su pueblo lo dice bien la expresión oratoria de J. Vázquez de Mella, al dirigirse a los terciarios del Congreso de Madrid, año 1914: «San Francisco fue un ángel robado al cielo por la fe de la Edad Media» 2. Esta frase cala hondo en la interferencia vital entre el gran santo y su pueblo. De esta simbiosis, que no fue única, pero sí excepcional, surge en el siglo xm un movimiento de historia ascendente con repercusiones que llegan hasta nosotros. En este enmarque histórico, en el que se han dado cita dos grandes fuerzas históricas, el hombre grande y la masa, queremos preguntar por la aportación peculiar de San Francisco a la marcha de la historia. La respuesta, sin embargo, no va a ser formulada según nuestra perspectiva personal. Queremos que sea el pensador de hoy, el actual filósofo de la historia, quien nos responda. Hemos escogido a dos. El primero es el inglés Arnold J. Toynbee, profesional de la investigación histórica y el que ha intentado dar una visión más panorámica de la Historia Universal. No se preocupa tanto en constatar «técnicamente» lo acae­ cido cuanto en conocer los agentes que interfieren en la historia y en precisar su respectiva influencia en la misma. El segundo, el alemán Reinhold Schneider, es primariamente un poeta, con la característica sensibilidad que acompaña siempre al que lo es auténticamente. Pero con su sensibilidad poética ha penetrado en los entresijos de la historia y ha intuido el modo de actuar los agentes de la misma. Es cierto que sus intuiciones, desmesuradas en ocasiones, hay que pasarlas por el tamiz de la crítica histórica. Sin embargo hacen ver siempre problemas hondos y preanuncian soluciones a los mismos. Ambos pensadores se han acercado a San Francisco. El primero ha visto en él una gran fuerza espiritual que perdura hasta nuestros días, en los que está llamada a henchir de contenido religioso el inmenso vacío que un tecnicismo deshumanizador está creando en tantas con­ ciencias humanas. El segundo intuye que la fuerza espiritual de San Francisco actúa de modo diametralmente opuesto a como actúan los prepotentes de la historia. El contraste entre la acción de San Fran­ cisco y la de los poderosos es puesto en relieve por este profeta, apasio­ nado por la silente fuerza de la gracia frente a la deslumbrante, pero en el fondo efímera, fuerza del poder. 2. Cf. J uan de L eg ísim a , Crónica del Congreso Nacional de Terciarios Fran­ ciscanos, Madrid 1915, 265.

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