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SAN FRANCISCO ANTE LA HISTORIA 287 za, no sólo más noble sino también más potente: la g r a c i a . A uno de sus libros lo titula Poder y Gracia 37. Es en el que de modo más sistemático estudia sus relaciones y sus contrastes. Este enfrentamiento entre el poder y la gracia lo siente sobre todo en su viaje a España, según él mismo lo testifica38. A raíz de la primera guerra mundial, ante la ingente ruina material, acompañada de gran depresión moral, se pone en camino hacia la península. En Portugal medita sobre ese pueblo que durante una época transformó su vida en entusiasmo y ensoñación. Fruto de aquella meditación fue su obra muy sentida: La pasión de Cambes39. En España contempla sobrecogido el monu­ mento de San Lorenzo del Escorial. Reflexiona en que España lo quiso ser todo. Su obra, Felipe II o Religión y poder40 expone los anhelos de este rey que junto con su pueblo puso todo su poder al servicio de una causa grande, la defensa de la verdad católica. Hasta quiso vincular consigo la santidad, encarnada en sus días en Teresa de Jesús. He aquí lo que escribe de las relaciones entre el rey y la santa: «En definitiva, es al rey a quien Teresa debe agradecer la aprobación de su Orden por el Papa. Para Felipe el santo es el hombre supremo. No se siente orgulloso de su poder y de sus victorias como del hecho de que bajo su dominio viven santos. Ellos son los verdaderos reali­ zadores de la existencia terrestre... Ellos son los que eternizan las obras pasajeras» 41. Sin embargo, pese a su intento de unir gracia y poder, Felipe II no logró triunfar en sus designios históricos. ¿Por qué? Contestemos a este por qué con una nueva pregunta: ¿Es que la gracia necesita del poder? Así lo creyó el rey español, Felipe II. Y por eso colocó todo su poder en la balanza de la gracia para que, juntos, gracia y poder triunfaran del desgarro de la escisión luterana producido en la cristiandad. Ambas juntas fracasaron. ¿No será porque la gracia va mejor sin los arrimos del poder? ¿No pierde la gracia eficacia coad­ yuvada por el poder? Por otra parte, ¿es humanamente posible ejercer el poder sin detrimento de la gracia? ¿Quién jamás desenvainó la espa­ da que no se haya manchado con los excesos de la misma, sin haberse tenido, a la postre, que arrepentir? He aquí las inquietantes preguntas 37. Macht und Gnade, Wiesbaden 1946. 38. Cf. Verhüllter Tag, 26. 39. Das Leiden des Camoes oder Untergang und Vollendung der portugiesi- schen Macht, Kóln 1959. 40. Madrid 1943. 41. O. c., 190-191.

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