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286 ENRIQUE RIVERA gible dentro de la sociedad en que vive y sobre la que actúa. Pero no porque sea mero producto o resultado de la misma, sino, más bien, por ser agente que impulsa su marcha y su destino. De aquí que para comprender al hombre en su dimensión histórica no haya que atender primariamente a las circunstancias que le rodean, aunque tenga que contar con ellas. Nada más opuesto a la mentalidad de R. Schneider que esa filosofía social que hace depender al hombre del medio que le circunda, como si fuera mero producto de ese medio. Para este pensador el hombre histórico es ante todo una preocupación inquietante, que le acosa con su reto, y un mensaje que, como respuesta al reto, se ve forzado a vocear. En la preocupación se halla formulado el problema que su tiempo ineludiblemente le propone. En el mensaje que vocea se halla la solución que él mismo ha hallado a dicho problema. Ambas dimensiones del hombre histórico, preocupación y mensaje, R. Schneider las sintió vivamente paseando un día por las calles de Lon­ dres. Allí se apoderó de su mente la inquietante preocupación por los abusos del poder y se hizo cuestión de cuál debería ser su mensaje ante tales abusos. En su paseo por la ciudad de la niebla, vio con claridad toda la fuerza del poder humano en lo que éste tiene de malé­ fico. Porque es algo maléfico que toda la enorme fuerza que se respira en Londres haya tenido su origen en la repulsa de una praxis religiosa. La decisión que un día toma Enrique V III por la que rompe con sacras vinculaciones espirituales a las que debía obediencia, fue una formi­ dable decisión de poder por la que desafiaba a diez siglos de historia cristiana. ¿No hay mucho de maléfico en esta decisión y en este desafío, como ejercicio de poder? 36. Mas detrás del poder de la moderna Inglaterra este pensador veía así mismo otros poderes de la historia. En primera línea el poder de Roma, la de los césares. L. von Ranke ha llamado a Roma un gran taller de mando. A lo largo de los siglos se forjaron mandos en el taller de Roma como en una fábrica siderúrgica máquinas de acero. En el caso de Roma como en el caso de Londres y en tantos otros casos el poder muestra en la historia un lado tenebroso que empavorece. Ante esta tesis pesimista, que frisa en ocasiones la concepción ma- niquea de la duplicidad de poderes, se hubiera desplomado este pensa- dor-poeta si no hubiera sentido en la historia la presencia de otra fuer- 36. Cf. Verhilllter Tag, 129.

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