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284 ENRIQUE RIVERA Ante estos atestados de mentes preclaras viene a la mente una ulterior pregunta. Si la eficacia de la santidad es innegable en la his­ toria, ¿de dónde proviene esta eficacia? ¿Cuál es su peculiar modo de actuación? La pregunta es tan honda que es preciso desdoblarla en un doble aspecto: teológico e histórico. El primero lo investiga el teólogo que tiene por misión aclarar la acción de la gracia desde el despegue del pecado hasta la sublimación de la santidad. Toca al historiador percibir el segundo aspecto, es decir, la efectividad de la gracia tal como se refleja en la historia, especialmente su interferencia u oposición con otros agentes. Indudablemente, uno de estos máximos agentes es el poder del mando. Hay otras fuerzas históricas, como las económicas, las culturales, las científicas, las literarias, etc... Con todas se ha rela­ cionado la gracia en el devenir histórico. Pero ha habido una reiterada tentación de vincularla con el poder. Ante esta tentativa surge inelu­ dible este interrogante: ¿Gana o pierde la gracia al ir del brazo con el poder? Una mirada superficial parece mostrar que pueden ir juntos y que pueden reforzar mutuamente su eficacia. ¿Es esto históricamente verdadero? El tema ha suscitado meditaciones muy detenidas. No podemos en esta ocasión adentramos por ellas. Si hemos planteado el tema, es para mejor prospectar la interpretación que el poeta alemán, R. Schneider, ha dado de la acción espiritual de San Francisco en la historia. Sólo a la luz de la tensión entre poder y gracia, que percibe este gran poeta, que «piensa» al mismo tiempo que «siente», es comprensible su visión de San Francisco y la problemática histórica y actual que esta visión suscita. Pero antes de penetrar en tema tan sugestivo parece necesario presentar este espíritu, tan sensible a la emoción estética como a los grandes temas que intenta aclarar el filósofo de la historia. De sí mismo R. Schneider confiesa con ingenuidad: «No soy un pensador. Solamente forjando imágenes y previendo destinos yo voy un poco lejos» 34. Ante esta autoconfesión es de notar que siendo R. Schneider un poeta que va lejos, es igualmente un pensador. A la luz de la inspiración poética medita como un reflexivo pensador de la historia. En su misma patria se le niegan las dotes del historiador profesional. Pero no una gran capacidad para exponer sus intuiciones, en ocasiones geniales, que in- 34. Verhüllter Tag, 4.a ed., Koln 1956, 84.

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