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282 ENRIQUE RIVERA Desde esta nueva perspectiva San Francisco viene otra vez a la mente de Toynbee. Parece como que se ha encaprichado con él. En su obra, E l cristianismo entre las religiones de la tierra, afirma que es «el alma más grande que haya surgido hasta ahora en nuestro mundo occi­ dental» 28. En otro estudio para la Unesco, preparado en colaboración, se detiene a analizar la significación del santo para el futuro de la humanidad. Lo aborda como líder, como guía de vida espiritual. Res­ pecto de San Francisco reitera aquí que es el alma más grande del cris­ tianismo occidental29. Luego reflexiona sobre su misión histórica, ins­ pirándose por segunda vez en la parábola evangélica del sembrador. Ve a los cristianos ir detrás de Cristo y a los franciscanos en pos de Francisco. Ante este doble seguimiento de que nos habla la historia, escribe: «Muchos granos germinaron, pero más de uno se perdió. Los cristianos no son otros Cristos; ni los franciscanos otros Franciscos. Sin embargo, una aura preciosa del espíritu de Cristo y de Francisco sopla aún en las instituciones que llevan su nombre» 30. Estas palabras del gran historiador pesan sobre el franciscano para hacerle sentir hoy una tremenda responsabilidad. Esta responsabilidad no es sólo personal. Es primariamente histórica. Pues es la historia quien pide al franciscano su intervención en el mundo para dar a este mundo sin alma el suplemento místico que tanto necesita. Nuestra meditación filosófica ha tenido que concluir ineludiblemen­ te en meditación ascética. No ha sido ello buscado. No ha sido más que volver a aquellos tiempos en los que no se pensaba por pensar, sino que se pensaba para aprender a vivir. La vida del espíritu tiene hoy más urgencias que la del pan de cada día. Son más las almas fa­ mélicas de espíritu que hambrientas de pan. Un filósofo de la historia nos ha señalado los caminos para saciar esa hambre y llenar el vacío de los hombres de hoy. Entre esos caminos está el de San Francisco, que tiene para él una específica misión histórica. Pero esta misión 28. El cristianismo entre las religiones del mundo, Buenos Aires 1960, 98. 29. El tiempo y las filosofías, Salamanca 1979, 277 (Por encargo de la Unesco hice la traducción de esta obra; pero sus correctores introdujeron va­ riantes de las que en ninguna manera me puedo hacer responsable. Una de las más inaceptables es haber cambiado el título clásico entre los franciscanistas hispánicos de «Dama Pobreza» por el de «doña Pobreza» (p. 277). 30. O. c., 288. Tal vez llame la atención el que no se haya utilizado la conocida obra de A. T oynbee , Civilization on trial, Oxford University Press 1946. Pero al componer esta obra no se hallaba tan sensibilizado al tema reli­ gioso como lo estará más tarde.

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