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SAN FRANCISCO ANTE LA HISTORIA 281 de la máquina, en su misión histórica, consiste para Bergson en que supla con sus artefactos al esclavo antiguo y al trabajador moderno, para que el hombre pueda entregarse cada día con mayor plenitud a las grandes faenas de su vida espiritual. Lamentablemente, constata el filósofo, ha acontencido lo contrario. La máquina, que ha debido ser instrumento para liberar al hombre, se ha trocado, de hecho, en pavoroso instrumento de opresión. El cuerpo se ha agrandado, razona. Los tentáculos de la técnica son impo­ nentes, planetarios. Pero los fríos artilugios técnicos están pidiendo el calor del espíritu, En este cuerpo desmesuradamente agigantado, el alma no ha crecido igualmente. Es ésta demasiado pequeña para hen­ chirlo, demasiado débil para gobernarlo. Nuevas reservas de energía espiritual son necesarias. La mecánica está haciendo llamadas a la mís­ tica. En su razonamiento, Bergson escribe una de esas frases para ser grabadas en mármol: «E l cuerpo agrandado está a la espera de un suplemento de alma» 26. La frase fue recogida por Pablo VI y comen­ tada ante el cuerpo diplomático que le presentaba sus votos. Pero debiera ser recogida por cuantos miran con ilusión hacia el futuro humano. Este sólo puede teñirse del verde de la esperanza si se va logrando ese suplemento de alma tan deseado. Esta referencia a H. Bergson pone de manera evidente el pensa­ miento de A. Toynbee en el Congreso de Salzburgo. De modo paralelo al filósofo francés, Toynbee advierte en la técnica ingentes posibilidades y un máximo peligro. Llega a dar como posible, tanto la explosión de un mundo maldito por sus monstruosidades cuanto la realización de la esperanza en una sobrevivencia cósmica. Pero en uno y otro caso le es patente que la humanidad sólo hallará su necesario sostén en un pro­ fundo sentido religioso que han de aportar los santos por los dulces caminos del amor. «E l amor, escribe, es una fuerza espiritual sobre­ humana. El amor y sólo el amor nos puede mover a salvarnos ante la Némesis del triunfo de la técnica» 27. Vuelve Toynbee en su postrera reflexión a recordar el tema central de su filosofía de la historia: la lucha en torno al egocentrismo. Este sólo es superable por la fuerza del amor que rompe toda amarra de egoísmo. Ahora bien; es el santo el consciente portador de ese amor, triunfante del egoísmo, hasta el plano humilde de la realidad cotidiana. 26. O. c., 1239. 27. Palabras finales de la ponencia de A. Toynbee en el Congreso de Salz­ burgo.

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