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San Francisco ante la historia El hombre de hoy se siente inmerso en la historia más que nunca. En el devenir de ésta percibe no pocas nubes cargadas de negros pre sagios, aunque clareadas a veces por la esperanza. El Concilio Vaticano II ha recogido estos pesares y estos anhelos humanos y ha querido con tribuir a que el hombre halle la senda que le lleve a un mundo mejor. En frase concisa enuncia esta fórmula que todo cristiano consciente debiera en serio meditar: «El curso de la historia pide una respuesta, más aun la exige» l. De esta fórmula del Vaticano II queremos partir en esta reflexión sobre San Francisco ante la historia. La fórmula enuncia una constante, pues la historia humana es constitutivamente problemática. De aquí que en ella surja siempre un problema diario al que haya que responder, más aun, que exige respuesta. La época de San Francisco no es una excepción. Al contrario. Fuerzas contrarias y muy intensas motivan que el mar humano se encrespe en los días del santo. ¿Cuál fue entonces la actitud de éste? ¿Cuál su aportación a la marcha de la historia? Distingamos primeramente dentro de ésta dos agentes primordiales: el hombre grande y la masa. El hombre grande puede recibir el apelativo de genio, de héroe, de santo. La masa puede venir significada por el de pueblo, multitud, sociedad. No se trata ahora de precisar estos con ceptos sociológicos sino de calar en la tensión y acercamiento que se da entre el hombre grande y la masa. J. Ortega y Gasset, al aplicar estos conceptos a la historia de España, ha distinguido en ella horas de historia ascendente y de historia descendente. En las primeras la masa deposita su entusiasmo vital en los proceres que la dirigen. Al hombre grande que se muestra perspicaz le sigue con entusiasmo la multitud anónima, satisfecha por sentirse bien dirigida. 1 . Gaudium et Spes 4 . 4
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