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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS. 233 este caso a la naturaleza. Como al estudiarla ha de «simplificarse sepa­ rando de ella lo impertinente», el juicio de su investigador deberá someterse también a un proceso que lo depure y limpie de ganga o «extrañas especies». Con ello insinúa Campomanes la prioridad del ser sobre el pensar, por él regido y corregido. Recapitulando su punto de vista, escribirá: «En sustancia, quiere decir que nuestro modo de pen­ sar tenga una docilidad sagaz y diligente para averiguar y aun para se­ guir la verdad» — ¿eco del baconiano Natura non vincitur nisi parendo ? Tanta insistencia en el uso del propio «criterio o experiencia», del «propio examen de cada uno» o, con otra fórmula todavía, «la libertad de usar de sus sentidos y de su razón», tiende a precaver por igual, junto con la ignorancia, los riesgos del dogmatismo de escuela y del escepticismo. El autor del Discurso rechaza expresamente no menos el «magister dixit» que el «nihil scitur de nuestro Francisco Sánchez», que entiende en toda su crudeza. Propone, con Séneca, como método para el conocimiento de los fenómenos naturales, el ir de lo claro a lo en duda, sirviéndose de la razón y los sentidos por ser los instru­ mentos de la verdad, y dejándose de autoridades axiomáticas here­ dadas 11. Campomanes se despacha a sus anchas contra el espíritu escolás­ tico de cualquier «obediencia» que sea, porque «esta filosofía tradicio­ nad a... llegó a preocupar tanto los ánimos, que casi se olvidó entera­ mente del estudio de la naturaleza y se tomó el empeño de seguir ciegamente las opiniones de cualquier filósofo, y aquel creía haber en­ contrado la verdad que hallaba en el corifeo de su escuela pasaje que favoreciese su opinión». Si las líneas precedentes coinciden en proclamar la libertad de pen­ sar el mejor método para hacer filosofía, y tienen por trasfondo una apología del eclecticismo, otros escritos del conde ponen de manifiesto el cariz pragmatista de aquélla, rasgo igualmente de no muy alto nivel en la atmósfera intelectual de su tiempo. Tal peculiaridad destaca, por ejemplo, cuando señala a los socios de una academia médica la índole de los problemas de la misma. Han de ser «útiles», «prácticos», «posi­ tivos», lejos a la par de las «ociosas y vanas disputas» que de las cavi- 11. «Dimissis nunc praeceptoribus nostris, incipimus per nos moveri et a confessis transimus ad dubia» (L. A. S én ec a , Quaestiones naturales, Paris, ed. cit., 1929, I, 72). Séneca se refiere a las opiniones de Anaximandro, Anaxágoras y Diógenes de Apolonia sobre el rayo y el relámpago.

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