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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS. 267 época, pero en firme. Indice de lo primero es la predilección por «las fuentes» en teología, por «lo científico» en filosofía, por la «legislación» en derecho, por la observación y el experimento en medicina. ¿Cuál era la mentalidad subyacente a esa reorientación y su motor? La respuesta está en una ideología bien precisa. Se trata del sistema de ideas propio del movimiento ilustrado, repercutiendo en la Penín­ sula con su pragmatismo típico ya de algún tiempo atrás, pero cana­ lizado en vistas a una acción inmediata en aquellos años. Su recetario se caracterizaba por un positivismo difuso, todavía invertebrado —por­ que avant Co?nte— , cuyas últimas raíces se nutrían de las tendencias empiristas propias de la ciencia moderna y sus progenitores. En lo social se había incoado el mito de la eficiencia, con aplica­ ciones a la economía, tecnocracia y burocracia. Quehacer primordial de los gobiernos debía ser el procurar la felicidad de los ciudadanos. El funcionalismo, con el pie en lo controlable y verificable, iba desterran­ do utopías, caprichos e hipótesis — «hypotheses non fingo...». No en vano aquel siglo despachaba, como a castillos en el aire, a los grandes «sistemas» del anterior; y, al canje del racionalismo por el sensismo empiriocéntrico, en su segunda mitad marginaba los nom­ bres de Descartes, Leibniz y Espinosa en beneficio de Bacon, Newton, Locke y sus epígonos. El ingenio gálico lo divulgaba a los cuatro vien­ tos. Y el dicho de Feijoo sobre «concepto inglés en pluma francesa» resultaba más certero que cuando se escribió. Bajo esos focos, el prototipo del filósofo no podía buscarse ya entre los ejemplares de la galería helénica, fueran cínicos, dialécticos o peri­ patéticos, estoicos o epicúreos, y menos entre los escolásticos perdidos en sutilezas insolubles o entre los grandes especulativos de la edad moderna. Si algún parecido histórico se le podía encontrar, sería con el filósofo-rey de la República platónica, todo entregado al bien prác­ tico de la humanidad. Este ideal se perfila netamente en la dedicatoria de la Física de Musschenbroek al ayuda de cámara de Carlos III, Santiago de Aquino, cuando aquél todavía reinaba en Nápoles: «Plato vero, Respublicas fore beatas, si aut Reges philosophentur, aut philosophi regnent. Philosophos autem dicit non barba et pallio tenus, nec subtili ac spinosa disserendi arte instructos, nec in rerum incompre- hensibilibus meditatione pene totos occupatos, nec tándem in iis litteris

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