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258 GERMAN ZAMORA geometría, «las partes todas de las matemáticas» y de filosofía experi mental. Además, se les dotó de una biblioteca pública, máquinas, glo bos, observatorios, telescopios y otros muchos instrumentos científicos necesarios. Y a la labor de las universidades se asoció más tarde el de las academias y sociedades de literatos. El resultado de esa modernización del saber ha sido la actual pu janza (siglo x v n i) de los países extranjeros, que abundan en filósofos, matemáticos, teólogos, juristas, médicos, técnicos, estrategas de mar y tierra, en políticos y escritores de todos los conocimientos. En hiriente contraste con ese cuadro, «las Universidades y Estudios de España se han mantenido y mantienen sobre el pie de sus primitivas fundaciones, el método puramente escolástico es el que se ha observado y observa en el día para la enseñanza de las Ciencias...». La pervivencia de ese método, con otros defectos nacionales, y no la incapacidad congènita del español para la ciencia, son los culpables del retraso que sufre el país con relación a Europa. De la extraordinaria capacidad de sus gentes —dice— España dio prueba incomparable en la época romana, visigótica, musulmana y renacentista, rayando enton ces a alturas no superadas por los demás pueblos, y demostrando dotes especiales para ciertas clases de estudios «por su genio y carácter cogi tabundo, pundonoroso y grave» 55. Lo que a la sazón ocurre se ha con- 55. «La España ha sido uno de los Países que en todos tiempos ha produ cido los mayores ingenios; su clima ha contribuido a que los españoles tengan el espíritu, fuego y viveza de las Naciones meridionales para la penetración y comprehensión, y su genio y carácter cogitabundo, pundonoroso, grave y refle xivo, a que no contentos con unas nociones y conocimientos superficiales, hayan hecho diferentes descubrimientos y adelantado más que los extranjeros en las Ciencias y Profesiones a que se han dedicado con intención, y el hallarse hoy en día en decadencia algunas artes liberales y mecánicas es más efecto de su orgullo y vanidad, por no tener el aprecio y estimación que en los Países ex tranjeros, que falta de capacidad y de talento» (Discurso crítico-político, ed. J. E. García Melero, 25). Junto a esos tópicos sobre el carácter hispano, moneda corriente al menos desde las observaciones de un Marineo Siculo en el siglo xvi, puede ponerse esta glosa de Campomanes, no muy original, a un pasaje célebre de Bacon: «Si, por ejemplo, en las materias pesadas, de largo estudio y trabajo, fuesen empleados los habitantes de los Países meridionales de Europa, y al contrario los del Norte en obras de meditación e ingenio, sin duda que unos y otros adelantarían muy poco. Siempre las grandes colecciones y diccionarios se traba jarán por gentes del Norte, constantes y sufridoras de largo estudio y trabajo. Y, al contrario, los sistemas y obras de ingenio se deberán a los europeos meri dionales» (ACC, 38: Discurso académico sobre la libertad filosófica en las cien cias naturales). Sobre esa ingenua psicología de los pueblos se bordarían en Alemania no menos la ridiculización de las «metaphysicationes hispanae» que ciertas peregrinas anotaciones de Kant sobre el carácter español.
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