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228 GERMAN ZAMORA Una cala en los escritos de los dirigentes y teóricos de la reforma educativa en la España de Carlos III permite individualizar los tres rasgos ideológicos indicados. Les era, en efecto, común un conjunto de principios a cuya luz interpretaban la situación de la enseñanza en su país y procuraron cambiarla. Pues se trataba de principios operativos más que de asép­ ticos esquemas intelectuales. Su función, a nivel de pensamiento, con­ sistía en iluminar la acción que espoleaban. En segundo lugar, muestran todos una actitud de sospecha y casi rechazo ante el pensamiento puro, de donde proviene su escuálido concepto de metafísica, su desconfianza en la meditación filosófica, equi­ parada a «cavilaciones» ociosas y desvinculadas de lo real, y su hosti­ lidad contra los «sistemas». Como contrapartida, su sobrestima de la física y de sus descubrimientos por lo útiles, del método experimental que los posibilita y de la eficiencia en todos los órdenes. Lo «positivo» iniciaba su reinado. Junto con la física, la praxis humana, o ética. Respecto del tercer punto, el vocablo ideología se incorporaba al idioma castellano precisamente en la época estudiada, por lo que no sería infamiliar a los reformistas españoles la connotación pedagógica esencial que al final de la centuria le darían sus principales difusores 4. El precipitado natural de tal ideología sería el ideario de la refor­ ma, que se ofrece con densidad especial en los planes escritos por sus responsables, o bajo su instigación. Como ninguno de ellos gozaba o pretendía originalidad creadora, su ideología e ideario se nutren del acervo pedagógico dominante. dentale V III: La conscience révolucionnaire. L es idéologues, París 1978. Situa­ mos, pues la cuestión antes de la «época de las ideologías», cuando su concepto reflejo y los ism os que hoy lo hinchen no habían aparecido. 4. Aunque muy anterior a Destutt de Tracy, con éste se aseguró un puesto en el lenguaje filosófico a partir de 1796 y más aún desde 1801 por su uso sistemático en los volúmenes sucesivos de sus Éléments d’idéologie (1801-15). Jovellanos captó la onda muy pronto y lo usaba en su Tratado teórico-práctico de enseñanza, compuesto en sus años de Bellver (1801-08). «He aquí —escribe— el último punto a que hemos procurado conducir el estudio de la ideología »..., es decir, más allá y por encima de la lógica, hasta la filosofía moral, «sin cuyo conocimiento no podrá decirse buena ni completa su educación» (Obras publi­ cadas e inéditas de Don Melchor Gaspar de Jovellanos, Madrid, BAE t. 46, 1951, 250). El moralismo que permea la intelectualidad europea del siglo xvm culminaba con el entusiasmo finisecular de los académicos de ciencias morales y políticas de París y sus epígonos. Sobre el origen del término ideología y su sentido en Jovellanos, cf. J. H. R. P olt , Jovellanos and His English Sources. Economic, Philosophical, and Political Writings, Philadelphia 1964, 46.

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