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FE Y PROMOCION DE LA JUSTICIA 153 Esto explica el hecho de que, si bien la Iglesia haya sido siempre la «Iglesia de los pobres», a los que ha atendido con especial predilec­ ción (prácticamente todos los hospitales e instituciones benéficas han nacido en su seno), no ha creído conveniente hasta el presente tomar una posición decidida en el tema de la promoción de la justicia, porque de suyo cae fuera de su misión primordial. La Iglesia, por consiguien­ te, a lo largo de los siglos no ha olvidado una función suya esencial. Si pudiese hoy, habría de prescindir de ella; pero de hecho no puede. En cuanto a los medios para conseguir dicha promoción de la jus­ ticia, la Iglesia rechaza hoy, como siempre, toda violencia, que fue ajena totalmente a la mansedumbre del Señor. Existe en teoría — ¡quién lo dud a!— otra opción táctica en el problema de la liberación de la injusticia estructural, que está dictada, no por el criterio de la «per­ fección» en la imitación de Jesucristo, sino por los principios de dere­ cho natural y de la estricta justicia, que han vigido siempre dentro del cristianismo. Efectivamente, la violencia puede usarse como de­ fensa de una grave agresión, que no puede repelerse por otros medios lícitos. En algunas circunstancias, como defensa de clara y grave in­ justicia social u opresión manifiesta a millones de seres, que no puede resolverse por medios pacíficos previamente intentados y agotados, sería lícita la violencia defensiva ante la injusta agresión grave. Es la conocida doctrina sobre la licitud de la guerra defensiva. Sin embargo, se habrían de dar ciertas condiciones que abonasen esa licitud (que en la práctica no se dan). Ese uso de la fuerza habría de ser como excep­ ción y en situaciones límite; debería ser como último recurso después de agotados todos los medios pacíficos; y habría de constar con certeza moral que los bienes que se sigan de la defensa violenta superarán a los males que ésta acarrea33. Y aun habría que añadir hoy otras dos condiciones. La primera, que el que juzgase en casos concretos sobre si se han agotado ya todos los medios pacíficos, o no, fuese un sujeto imparcial, que tuviese todos los datos sobre el tema, pero que no estuviese sujeto a la opresión que se quiere remediar; y la segunda, que si hubiese que recurrir a la defensa con la violencia, no fuese ésta nunca ejercida directamente por los representantes de Jesucristo, como son los sacerdotes, religiosos, etc. El pueblo cristiano, que tiene intui- 33. Por este capítulo creen hoy muchos que «toda» guerra es ilícita, dado el cúmulo de males que acarrearía a todos los contendientes (vencedores y ven­ cidos), y que no sería compensado por el bien que se reivincida con la guerra defensiva.

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