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FE Y PROMOCION DE LA JUSTICIA 147 quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia» 3. De hecho la praxis y la doctrina de Jesucristo son coherentes con esa imagen prenunciada por Isaías. En cuanto a la doctrina, frente a la ley del talión del «ojo por ojo y diente por diente», proclama como ley suya propia: «No hagáis frente al malvado, antes si uno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiere ponerte pleito y quitarte la túnica, entrégale también el manto; y si uno te forzare a caminar una milla, anda con él dos» 4. En cuanto a la praxis, Cristo fue también coherente con esa doctrina. Ante la mayor injusticia que puede concebirse, como la que tramaron y lleva­ ron a la práctica los judíos contra su persona (la muerte ignominiosa en la cruz de la inocencia hipostática), responde mansamente con la aceptación de la voluntad del Padre. Tenía medios para impedirla, como acudir a su Padre, que habría puesto a su disposición «más de doce legiones de ángeles» 5, o bien servirse de «su gente», que habría combatido —como Pedro con la espada— para que él no fuese entre­ gado a los judíos6; pero no lo hace, porque «¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras de que así debe suceder?». b) Pero es que la actitud de Cristo frente a la injusticia respecto a los demás, es desconcertante para nuestra óptica actual. La esclavitud es la mayor injusticia social y humana que se ha dado en la Historia y, aún podíamos decir hoy, que se dará. Pues bien, frente a un pro­ blema que no sólo sabía Jesús que existía en la sociedad de su tiem­ po, sino que lo tenía ante sus ojos y los de sus oyentes ( ¡vería, por ejemplo, por las calles de Jerusalén a los prohombres romanos condu­ cidos en andas por sus esclavos! ), no reacciona, como si fuese algo que no le tocaba de cerca. En su abundante doctrina no aludió nunca directamente al tema de la esclavitud, si bien lo hizo de modo indi­ recto, aunque altamente significativo, porque muestra claramente su posición ante el problema de la esclavitud. Tenemos en el Evangelio un pasaje sumamente aleccionador al respecto. Quiere el Señor incul­ car la doctrina de que, cuando cumplimos nuestras obligaciones para con Dios, no podemos exigirle nada a cambio, como si con el cum­ plimiento del deber, hubiésemos adquirido algún derecho ante Dios. Nuestra posición correcta después de haber cumplido con la ley de 3. Mt 12, 18-20. 4. Mt 5, 40-41. 5. Mt 26, 53. 6. Jn 18, 36.

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