PS_NyG_1981v028n001p0145_01540410

154 ALEJANDRO ROLDAN V ILL ER ción del mínimo exigido por el espíritu de Cristo, ha estigmatizado la violencia de los seguidores de Cristo, con una frase gráfica, que se aplica como anillo al dedo a los ministros del Señor. Para decir que a un sujeto no le cuadra una actitud, o una conducta determinada, lo expresa de este modo hiriente: «[esto a fulano] le cae como a un Cristo un par de pistolas». Por eso, aunque en teoría siga siendo lícita la guerra defensiva, en la práctica debe considerarse como ilícita. Y para aminorar los problemas en lo que cabe, debe recurrirse a la consideración de la vida terrenal como prueba, dejando para la otra vida ultraterrena el logro de la justicia plena y verdadera. Es sabido lo que se ha dicho sobre que la religión es opio del pueblo; pero esto es sólo válido para el ateo, que niega o quiere ignorar todo otro destino del hombre fuera del mundo terrenal, no para el que tiene fe en otra existencia en que Dios implantará la justicia auténtica y defi­ nitiva. Para éste la religión es un auténtico lenitivo, no alienante. Alejandro R o ldan V i l l e r , S.J.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz