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Fe í / promoción de la justicia En una época en que se habla continuamente de la dignidad de la persona humana, a todos los niveles, así como de los derechos del hom­ bre y de las justas aspiraciones de éste cada día mayores; de modo contradictorio, la injusticia, tanto coyuntural como estructural, se va haciendo cada vez más manifiesta en el mundo. Como dice el Vatica­ no II: «Está aumentando a diario la distancia que les separa [a las naciones en vías de desarrollo] de las naciones más ricas»1. «La ca­ rencia de bienes que sufren se debe a la injusticia o a una no equita­ tiva distribución» (Ib.). Efectivamente se diría que, conforme va aumen­ tando en los individuos y en los pueblos la conciencia de los derechos del hombre, va creciendo de hecho paralelamente la injusticia social y distributiva, tanto en el plano nacional como en el internacional (fla­ grante violación de los derechos humanos en muchas naciones; miseria de los más junto a la opulencia de los menos; opresión de los débiles con nuevas variantes del colonialismo; imposibilidad de los más para acceder a la cultura, etc.). La repercusión que este hecho tenía que tener en el plano religioso era palmaria y ha sido causa de que la Iglesia haya tomado partido en el asunto. Fe y promoción de la justicia se ven hoy ligados de algún modo, y la Iglesia ha optado por ponerse abiertamente del lado de los oprimidos. Esto hace que el problema se plantee con crudeza, y que no todos sepan enfocarlo con objetividad. ¿Es oportunista esta actitud de la Iglesia? ¿Es, por el contrario, una actitud esencial en la misma, que tal vez la ha olvidado a través de los siglos? El tema es delicado y merece que le dediquemos una somera reflexión. La contienda está ahí, y basta asomarse a las conclusiones de las Conferencias de Mede­ llin y de Puebla, para darse cuenta de que el problema no puede sos­ layarse. 1 . Gaudium et Spes 9 . 10

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