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IGLESIA Y PROGRESO HUMANO 125 Hemos de reconocer, por tanto, que con frecuencia la Iglesia ha tenido prevención ante las innovaciones que supusieron una modifica­ ción del statu quo heredado. Toda institución es instintivamente con­ servadora y ofrece pertinaz resistencia al cambio. A la Iglesia no le ha resultado siempre fácil admitir los cambios de rumbo, ni se ha mantenido siempre en el área de su propia competencia al emitir juicios sobre el progreso humano. No vamos a recurrir al fácil tópico de la Inquisición, pero sí habrá que reconocer el «talante inquisitorial» como reacción instintiva ante cualquier cambio. Y no nos referimos únicamente a siglos pasados sino a casos tan cercanos como H. de Lubac, Y. Congar o T. de Chardin que llegan a los mismos umbrales del concilio Vaticano II. Ha habido como una alergia histórica a la reforma, casi podemos decir que durante épocas la Iglesia ha ido a contrapelo de la acción propulsora del Espíritu en el seno de la comu­ nidad humana. Dicho en términos más actuales, ha prevalecido a veces en la Iglesia la actitud del cancerbero sobre la actitud del pastor y se ha visto con mejores ojos la adhesión que la crítica Debemos al menos esbozar una explicación a esta tortuosa trayec­ toria histórica. La asistencia prometida a la Iglesia se debe entender en orden a la vida religiosa y moral del hombre, en manera alguna como una suplencia de orden científico. Los juicios que le corresponde emitir no deben entrar en liza con las explicaciones propias de la cien­ cia, que tiene su propia palabra sobre la realidad del mundo y del hombre. La Iglesia no goza en el campo científico de garantía especial alguna, ni está al abrigo de ninguna tempestad, del riesgo y del tanteo; sólo tiene una norma negativa: la razón no puede contradecir a la fe porque no hay una «doble verdad». La Iglesia en cada época es hija también del contexto cultural con­ creto y actúa en virtud de la idea dominante del mundo y del hombre (platónica, aristotélica, copernicana, evolucionista, histórica). La idea epocal de progreso depende de esa idea científica del mundo. Cuando la naturaleza era concebida como sagrada, la actitud dominante y obvia ante ella era la de admiración; cuando la naturaleza se entiende como material de construcción del mundo del hombre y como campo de ejercicio de la potencia intelectual del hombre se impone la idea de dominio y de exploración. e) Será conveniente establecer unas precisiones de vocabulario para determinar la idea de progreso, dada la ambigüedad reinante al respec-

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