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138 ROMAN SANCHEZ CIIAMOSO 4. L a I g l e s i a a n t e l a s i t u a c i ó n a c t u a l d e l p r o g r e s o a) La Iglesia ha reconocido y proclamado en el concilio Vatica­ no II la «legítima autonomía» de lo humano y del mundo, que se rigen por sus propias leyes 42, descubriendo ahí la voluntad de Dios y obedeciendo así a su plan de creación. Dios respeta las leyes que él mismo inscribió en el corazón de la realidad. La religión es eminentemente humanizadora también en el campo del progreso humano, pero no una respuesta técnica al problema del progreso. Al resaltar y defender los principios éticos y morales está contribuyendo decisivamente al genuino progreso del hombre. En manera alguna debe ser la religión «ilusión», «escapismo» u «opio», sino que es un factor que compromete radicalmente con la causa del hombre. La Iglesia de nuestros días ha tomado conciencia explícita de ello y a partir de ahí ha operado un giro fácilmente perceptible en su actitud 43. La religión es decisiva para conquistar y defender la dignidad de la persona. Donde otros percibieron sólo un silencio, Israel oyó una voz, descubrió a Dios como alguien que nos eleva a la categoría de interlocutor personal, que nos interpela y se deja interpelar. Ni la religiosidad cósmica, ni el humanismo secularista, ni el progreso cien­ tífico autónomo pueden garantizar esta condición del hombre como persona, como el único ser del universo que se experimenta como «yo» o como «tú» porque es el único susceptible de interpelación. Esta es una conquista esencial de la fe bíblica en Dios y un valor que no se puede dejar en el olvido ni puede hipotecar nunca el progreso. Si esto no se salva, cualquier progreso es sospechoso y no merece el calificativo de genuino porque no es humano. Porque creo en Dios como creador puedo aceptar al mundo y al hombre como creación de Dios, más aun, tal como Dios los concibió en estrecha relación: el hombre llamado a ejercer señorío sobre el mundo. Puedo y debo respetar y cuidar del mundo en cuanto casa y hogar del hombre, hasta hacer de él una morada confortable. Puedo adoptar la perspectiva de Dios que hace del hombre el centro de la creación, de forma que ésta le sirva para el desarrollo al que está 42. Cf. GS 36; 64. 43. Cf. GS 3, 11, 22, 23, 40, 42, 43, 93.

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