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134 ROMAN SANCHEZ CHAMOSO un mundo en el que se confiaba que el progreso indefinido iba a ser el ideal absoluto, pero que ahora comienza a descubrir que está en el plano inclinado hacia el nihilismo, bien por un holocausto fulminante de dimensiones cósmicas merced a las armas modernas, o bien por asfixia debida al deterioro del «habitat» humano, a la insolidaridad creciente cuando no al cainismo más crudo. Hay síntomas de la decadencia del racionalismo absoluto y se comienza a dar paso a la racionalidad crítica. Es cierto que la humani­ dad progresa al ritmo de la razón, y que la razón es la gran palanca del progreso del hombre y lo que hace de él un ser netamente supe­ rior entre los seres. Su aceptación dogmática y sin límite alguno es el eje sobre el que gira el progresismo científico que, a su vez, origina el optimismo sin fronteras. Sobre esa base estableció Comte su ley de los tres estadios, para Hegel es el motor interno de todo el proceso dialéctico, la Ilustración la instituye como el principio informador de la marcha ascendente de la humanidad. Se llegó así a su entronización como la «diosa razón». Ciertamente la razón nos ha liberado de una serie de mitos y tabús que esclavizaban al hombre, rescatando a éste del miedo irra­ cional y de múltiples prejuicios seculares. Gracias a la razón es posible imponer orden en el enmarañado mundo de los instintos. La razón abre a nuevos horizontes y proporciona respuesta a muchos enigmas de la naturaleza. Gracias a la razón se ha visto liberado el hombre de muchas fatalidades naturales y de otras servidumbres materiales. Hoy sigue siendo tan necesario como siempre el recurso a la poderosa arma de la razón humana, porque no basta con amar sino que es preciso también comprender, darse explicación de las cosas 38. Pero no cabe una precipitada adecuación entre imperio de la razón y progreso genuino, como tampoco cabe hacerlo entre progreso o certeza científica y seguridad existencial, aunque difícilmente es con­ cebible un progreso que menosprecie la razón. Una perspectiva huma­ nista y cultural tiene que ser ciertamente racional, pero no está avoca­ da necesariamente a ser racionalista; la razón no lo es todo aunque se trata de un factor que no se puede soslayar. Ciertamente no podemos olvidar hoy la aportación hecha desde la Ilustración hasta nuestros días: adquisición de la dimensión práctica de la razón, papel del pen­ samiento crítico, necesidad y conveniencia de la mediación crítica, 38. Cf. RH 19; véase además GS 44; 57; 59; 62 y Optatam totius 15.

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