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132 ROMAN SANCHEZ CHAMOSO papel de señor y dominador de la naturaleza a medida que desvela sus secretos y desencadena sus fuerzas ocultas. El optimismo científico se ve brutalmente frenado por esta alarma que se siente hoy con una cercanía aterradora 35. Hay datos muy significativos. El afán de producción ha llevado a lo que E. Fromm denomina «religión industrial», que es «inconciliable con un cristianismo auténtico»; el hombre ha sido reducido a «esclavo de la economía y de las máquinas fabricadas por sus propias manos» 3Ó. Por otra parte, la religión cibernética hace que el hombre divinice a sus propias máquinas, caminando hacia una civilización deshumanizada y deshumanizadora, en la que el hombre y su trabajo se entienden como simple pieza de un engranaje. Contra este estado de cosas se eleva la «protesta humanista» que tiene en el humanismo cristiano su mejor aliado. Es preciso dar el viraje que reponga al hombre en el centro de todos los intereses. Pero quizá donde más alucinante aparece el horizonte del progreso actual es en el campo de la manipulación 37 a la que puede estar (si no está ya) sometido el hombre: manipulación genética desde el mismo hontanar de la vida; manipulación por las técnicas persuasivas que inhiben o embotan la posibilidad de una decisión libre y personal; manipulación en la violación de las conciencias y en el allanamiento de la intimidad del hombre hasta convertirle en un autómata que res­ ponde según las conveniencias del manipulador... Ante este panorama, que no describimos para asustar sino para tomar conciencia del estado actual de las cosas, se comienza a sentir vértigo. Algo muy importante falla en los entresijos del progreso actual. 35. «Someted y dominad la tierra» (Gén 1, 28) es la encomienda recibida de Dios. Para el hombre, el trabajo tiene un significado ético, no sólo técnico. El hombre somete la tierra cuando él mismo.se hace señor de ella, no esclavo. El trabajo debe ayudar al hombre a hacerse mejor, espiritualmente más maduro y responsable, para que pueda realizar su vocación sobre la tierra. Nuestra ci­ vilización industrial lucha no solamente contra la ética, sino también contra la naturaleza, contra la propia biología del hombre, contra la profunda aspiración del hombre que hoy se siente relegado a simple instrumento de producción y estimado y valorado a través del canon productivo. 36. E. FROMiM, Haben oder Sein, Stuttgart 1976, 143. 37. La voz del Papa se levanta de nuevo contra la amenaza que supone la refinada manipulación a que está sometido el hombre actual, cf. RH 16, considerándola un atentado contra el núcleo de la concepción cristiana del hom­ bre, ya que éste «es en la tierra la única creatura que Dios ha querido por sí misma» (GS 24).

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