PS_NyG_1981v028n001p0117_01430410
IG LE SIA Y PROGRESO HUMANO 127 se deduce que el hombre se construye a sí mismo al construir el mundo 21. Quedaría un cuarto nivel: progreso ético, crecimiento o desarrollo de la humanidad en sus valores ético-morales, creación de una comu nidad de «hermanos» donde tengan sentido la solidaridad y se pueda expresar la comunidad de destino del hombre22. Es la inclusión del agape, que da el primer paso; es la aceptación rectora de la caridad y sus implicaciones de «comunión humana», con las secuelas que se deducen de la Encarnación. Cristo está en medio de las relaciones interpersonales (cf. Mt 25, 40-45; 18-20). Por eso la Iglesia habla de un «humanismo abierto al absoluto, porque el hombre no se realiza si no se sobrepasa a sí mismo» 23. El hombre privado de Dios es un ser al que se le resta la posibilidad del verdadero e integral desarrollo al que está llamado, dirá la antropología cristiana. Todo esto nos explica que haya autores que matizan la terminología y distinguen entre «desarrollo», «evolución» y «p ro g re so »24, siendo este último el más apropiado al hombre. La Iglesia se ve obligada a matizar su actitud ante la pluriforme idea de progreso. Ella aporta la decantación que ha sido posible en veinte siglos de historia y gracias a lo cual es «experta en humani dad». Su propia historia le ha hecho muy circunspecta al respecto. Ella también tiene que aprender, pues no cuenta con un código pre determinado en la revelación. Necesita la mutua relación entre ella y el mundo 25. 21. Es una idea básica de Populorum progressio: «Para ser auténtico, el progreso debe ser integral, es decir, promover a todo el hombre y a todo hom bre. No podemos aceptar la separación de lo económico de lo humano» (n. 14). Por ahí discurre la línea de pensamiento de G S y de RH. 22. Quizá es ésta la nota más recalcada en RH 8, 16 y 20. Ya señaló GS 4 que al progreso temporal no corresponde un adecuado progreso espiritual, sien do así que el centro y fin de todas las instituciones sociales debe ser la per sona humana: cf. G S 25 y 27. 23. Populorum progressio 42; RH 9. 24. Cf. R. L a u r e n t in , o . c ., 172-175. 25. «E l mundo y la Iglesia están tan profundamente relacionados en el futuro de uno y otro que la humanización del primero tiene repercusiones in mediatas sobre la fidelidad de la otra a su propia vocación. No hay retroceso en el mundo que no tenga alguna nefasta influencia en la Iglesia. No hay fide lidad evangélica que no deje huella en los valores humanos. Mundo e Iglesia no pueden ignorarse ni absorberse. El mundo remite a la Iglesia a la exigencia evangélica que la especifica, y la Iglesia exige del mundo la autenticidad de sus valores humanos» (Ch. D u q u o c , o . c ., 118). Por su parte, G S enseña que la Iglesia puede ayudar al mundo y puede ser ayudada por el mundo (cf. nn. 40-44).
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz