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Iglesia íj progreso humano Consideraciones en torno a un viejo tema a la luz, de la encíclica ”Redemptor hominis” 1. T r e s e n f o q u e s d e u r g e n c i a Debemos comenzar superando unos tópicos estereotipados y sim­ plistas en relación con nuestro tema, como condición de un desarrollo sereno y mínimamente objetivo del mismo. Durante muchos años, y sobre todo en los ambientes tradicional­ mente católicos y típicos de la era de cristiandad, la imagen común­ mente aceptada de la Iglesia era la de promotora del hombre. Se la presentaba corrientemente como la gran institución cultural y la gran promotora del progreso. La Iglesia, se decía una y otra vez, salvó la cultura occidental en momentos críticos y transmitió esta impagable herencia a nuestro mundo. La Iglesia promovió Escuelas y erigió las primeras Universidades. La Iglesia pasa por ser el mayor mecenas del arte. En una palabra, la Iglesia era presentada como la aliada de las artes, de las letras y de la ciencia. No cabe aducir otro ejemplo similar. Es ésta una visión con buena dosis de objetividad, pero también ayuna de discernimiento crítico; hoy decimos que es una presentación triun­ falista, que necesita ser matizada para hacer plena justicia a la verdad de las cosas. Con el paso del tiempo, especialmente a partir de la Ilustración, cuando el hombre comienza a tomar conciencia de que él es el respon­ sable del mundo, se ha ido desplazando progresivamente a la Iglesia de su función secular de defensora y promotora de la cultura y del progreso humano, al tiempo que iban asumiendo estas tareas otras instancias seculares. Es una vertiente del complejo fenómeno de la secularización. La filosofía emancipada y la ciencia moderna irrum- pente comienzan a hacer su camino de espaldas a la fe. Abundan desde

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