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CARISMA RELIGIOSO E INSERCION DIOCESANA 95 circunstancias de evolución cultural y de renovación eclesial, la identidad de cada 'Instituto sea asegurada de tal manera que pueda evitarse el pe­ ligro de la imprecisión con que los religiosos, sin tener suficientemente en cuenta el modo de actuar propio de su índole, se inserten en la vida de la Iglesia de manera vaga y ambigua» l0. Efectivamente así debe ser. La inserción de los religiosos en la Iglesia local «de manera vaga y ambigua» no viene a nada, no tiene sentido. La Santa Sede y el más elemental conocimiento de la teología de la vida religiosa coinciden en pedirnos a los religiosos que salva­ guardemos la identidad de cada Instituto, que evitemos el riesgo de la imprecisión cuando tratemos de insertarnos en la Iglesia en general y en la Iglesia diocesana en particular. Y esta petición de la suprema jerarquía de la Iglesia y del mejor saber religioso me parece especial­ mente válida y urgente hoy. Y es que para cualquier observador sin prejuicios, por superficial que sea, está claro que los Institutos religio­ sos —coincidiendo en esto con todas las instituciones humanas— , están pasando por un momento de confusionismo, de pérdida de identidad, de ambigüedad a la hora de vivir su especificidad carismàtica. Nos hemos estandarizado, homologado, hasta límites inverosímiles. Si los religiosos nos hemos vestido con un determinado estilo de chaqueta que nos iguala a todos, y si muchas religiosas usan una falda parecida e imper­ sonal, eso es sólo un dato anecdótico que nos habla simbólicamente de unas ambigüedades religiosas muy profundas y desorientadoras. Uno tiene la impresión —así de fuerte y negativa es la ambigüedad actual— de que sobre nuestra pose específica religiosa como que hubiese pasado una simbólica apisonadora destruyendo todos los salientes e igualán­ donos, uniformándonos, en una monotonía espiritual que semeja mucho a la muerte. Pero esto, como cualquiera advierte, es una mala meto­ dología. El camino acertado a seguir pasa por cultivar con mimo la propia identidad carismàtica. Y, en concreto, la metodología correcta consiste en encarnarse en la Iglesia local evitando la tentación de uni­ formidad, evitando los tonos ambiguos y no claros. De lo que se trata, según esta idea a la que venimos aludiendo, es de que cada uno, cada Instituto religioso, muestre con nitidez y transparencia lo que es a la hora de elegir el campo y las circunstancias concretas de su inserción en la Iglesia diocesana. 10. N.° 11. 11. Esto es, por lo demás, lo que ha hecho la vida religiosa en sus mo­ mentos estelares: aparecer ante la sociedad con una claridad deslumbradora. Y

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