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94 MIGUEL G. ESTRADA de inserción diocesana para los religiosos, es cierto que, el que más y el que menos, todos los máximos responsables se han escabullido, lo mismo a nivel de Iglesia jerárquica que a nivel de Instituto religioso. Es cierto; ni para la vida práctica de los Institutos y de la Iglesia, ni para la legislación orientadora o jurídica de estos, ha sido fácil este tema de la inserción de los religiosos en la vida de la Diócesis. No obstante, y a pesar de esas dificultades e inhibiciones en la vida y en la legislación, el tema merece la pena. Y merece la pena porque a la base de nuestro ser de religiosos está, de alguna forma, nuestro ser de hombres de Iglesia diocesana. Y, entonces, al definir nuestra integración diocesana estamos definiendo nuestro sentido como religio­ sos. Pero esto ya se ve que es grave. Y, por eso, se justifica el que tratemos esta cuestión. Que es lo que vamos a hacer inmediatamente. Partiendo de las orientaciones de Mutuae Relationes vamos a intentar un inicio de contestación a aquella pregunta comprometedora: ¿cómo deben insertarse los religiosos en la vida de la Iglesia local? Natural­ mente se supone aquí todo lo dicho anteriormente: la Iglesia diocesana es el lugar concreto donde, en un primer momento y según un cierto modo, debemos insertarnos los religiosos. Pero, ¿cómo hacer?, ¿cómo insertarnos? 2.1. Evitar las ambigüedades Y a la hora de intentar una contestación a esa pregunta habrá que comenzar desbrozando el terreno. Y así, antes de nada, lo primero a hacer por los religiosos sería evitar las ambigüedades, conducirse con­ forme a lo que se es, insertarse sólo en aquellas parcelas que caen dentro de las fronteras que delimitan el propio carisma y sólo según la intensidad de entrega que permita el mismo carisma religioso. Si es que no partimos de esta clarificación previa del campo de nuestra inserción y de las circunstancias que deben rodear esa nuestra inserción como religiosos, yo creo que no podremos hacer nada de auténtico valor. En este sentido me parece especialmente acertada y sugerente la advertencia de Mutuae Relationes cuando sice así: «Por eso la Iglesia defiende y sostiene la índole propia de los diversos Institutos religiosos (LG 44; cf. CD 33; 35, 1, 2). La índole propia lleva, además, consigo, un estilo particular de santificación y apostolado que va creando una tradición típica cuyos elementos objetivos pueden ser fácilmente individuados. Es necesario, por lo mismo, que en las actuales

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