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CARISMA RELIGIOSO E INSERCION DIOCESANA 93 inserción relativizada. La pregunta que nos interesa de lleno y que nos cuestiona realmente nos llega cuando damos un paso posterior a esos dos preño landos. En concreto la pregunta que nos centra en el tema y que nos interpela es ésta: insertarse sí, pero, ¿y cómo?, ¿cómo insertarse? De hecho, la inserción de los grupos carismáticos en las Iglesias particulares o locales ha sido un problema de no fácil solución para la Iglesia de todos los tiempos. Ya San Pablo tuvo que encararse con este problema. En la Primera Carta a los Corintios describe el apóstol la situación conflictiva a que se había llegado en aquella comunidad griega: el ejercicio de la autoridad jerárquica, según la entendía San Pablo y según la entendían los responsables cristianos de Corinto, cho­ caba fuertemente con la conducta práctica de los grupos carismáticos que habían surgido en la comunidad cristiana de aquella ciudad. Pero lo que sucedió en la comunidad cristiana de Corinto, y que nos describe San Pablo, ha venido repitiéndose en la Iglesia todo a lo largo de los siglos. A la hora de encarnarse en las Iglesias locales donde han surgido o vivido, los choques e incomprensiones entre los grupos carismáticos — me refiero, en concreto, a los Institutos religiosos— , y los que han personalizado históricamente la autoridad jerárquica en esas Iglesias particulares, se han repetido una y otra vez. No podemos decir, tomando como punto de referencia lo que se nos muestra a lo largo de la historia de la Iglesia, que los religiosos y los obispos hayan entendido de forma idéntica cómo debe ser la inserción de aquéllos en la Iglesia diocesana; más bien, me parece, ha sucedido lo contrario 9. Ni ha acertado con la solución correcta al problema de la inserción de los religiosos en la Diócesis la legislación oficial de la Iglesia o de los Institutos de vida consagrada; quizás porque, en última instancia, sea éste uno de esos temas vitales que escapan a toda regulación legislativa posible. Hasta el mismo Vaticano II, que, aunque rehuya legislar por principio, es siempre pastoral y concreto, cae aquí en un trasnochado evasionismo, cae, en el momento de abordar este tema, en el defecto de contentarse con hacer teoría general sobre evangeli- zación. Y lo mismo cabría decir del Sínodo de Obispos de 1974 que trató el tema de la evangelización. Al momento de dar pistas concretas 9. Que hoy continúen las cosas como siempre lo tenemos confirmado elo­ cuentemente en el breve artículo que publica Angel S uquía , Solidaridad de los religiosos entre sí, con las iglesias locales y con la iglesia universal, en La soli­ daridad de los religiosos, Madrid 1980, 289-300.

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