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CARISMA RELIGIOSO E INSERCION DIOCESANA 91 Y esto mismo, que se dice de los religiosos en general, lo refiere el Mutuae Relationes a los religiosos que son sacerdotes en concreto: «Los religiosos Presbíteros, dada la unidad del Presbiterio (cf. LG 28; CD 28; 11) y en cuanto participan de la cura de almas, han de consi­ derarse pertenecientes al clero de la Diócesis en cierto real modo»6. Pero esto mismo cabría decirlo de los religiosos que no son sacer­ dotes. El Vaticano II, por lo demás, lo afirma así expresamente. Des­ pués de referirse a los religiosos que son sacerdotes, el documento conciliar Christus Dominus se expresa de esta forma: «También los otros miembros de Institutos, sean hombres o mujeres, que pertenecen así mismo de manera peculiar a la familia diocesana...»7. Según esto es en la Diócesis, en la Iglesia particular presidida por el obispo, donde se debe insertar el religioso. Y esa inserción, de acuerdo con la opinión oficial de la Iglesia, es muy importante. Pero, entonces, teniendo en cuenta esto, parece lógico que nos preguntemos antes de seguir: ¿qué significa eso? ¿qué queremos decir cuando ha­ blamos de inserción del religioso en la Diócesis? Aunque a estas pre­ guntas se vaya contestando todo a lo largo de este trabajo, adelantemos ya aquí alguna idea. Insertarse en la Diócesis quiere decir, según un primer golpe de vista, pertenecer a ella de alguna forma, puesto que la Diócesis es «patria de la propia vocación» 8. Pero este «de alguna forma» no es sinónimo de meramente simbólico, es decir, sin contenido especial y sin exigencias reales. No; la inserción diocesana del religioso supone e implica una real y profunda pertenencia a la Iglesia local. Conse­ cuentemente tenemos que partir, si queremos entender qué significa eso de insertarse el religioso en la Iglesia local, de este calificativo que usa Mutuae Relationes al hablar del tema: real. La apertura del reli­ giosos a la Diócesis y su pertenencia a la misma es así: real, verdadera. Un religioso si es que quiere ser consecuente con su fe no puede pasar alegremente por la superficie de la vida de la Iglesia local, desinteresado y lejano. Sentir la existencia de la Diócesis donde se vive como algo que a uno le afecta solo superficialmente es conducirse con frivolidad 6. N.° 36. 7. N.° 34. 8. Mutuae relationes 37.

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