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116 MIGUEL G. ESTRADA lidad carismàtica muy concreta. Que es, al fin de cuentas, lo que la gente, los cristianos en general, nos exigen a los religiosos y desean de nosotros. Para un cristiano corriente esto es elemental: un religioso debe vivir y actuar como religioso. Ellos, esos bautizados sencillos, no nos sabrán concretar en qué consiste ese «algo» del religioso que ellos reclaman en nuestro talante existencial y evangelizado!*, pero sin enten­ der exactamente lo que quieren significar con su petición intuyen algo de especial cuando nos piden —y esto nos lo piden siempre—, que sepamos estar como religiosos, que nos comportemos vivencialmente, en profundidad y no sólo a niveles superficiales, como religiosos. Bien; termino así. Para cualquier religioso responsable es funda­ mental el tema: Carisma religioso e inserción diocesana. Desde luego deberemos insertarnos en la vida de la Iglesia local. Y para ello debe­ remos buscar formas concretas de encarnación, pues la inserción que no cuaja en actitudes concretas, quiero decir visibles, se convierte en puro e irreal romanticismo. Pero, en cualquier caso y siempre, debe­ remos ser religiosos, vale tanto como decir, portadores de un mensaje específico. Al cabo, esto es cierto: sólo desde la propia identidad carismatica será valiosa nuestra inserción en la Iglesia diocesana. Miguel G. E s t r a d a

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