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CARISMA RELIGIOSO E INSERCION DIOCESANA 89 vida religiosa es un carisma2. Desde siempre, desde que aparece en los primeros siglos del cristianismo hasta hoy, la vida religiosa se siente y experimenta a sí misma como don del Espíritu. Ni hace falta recordar aquí, para confirmarlo, la abundante literatura firmada por Fundadores de Institutos y por religiosos que incide una y otra vez en hablarnos de ese carácter carismàtico. Es cierto que, lo mismo para quienes fundan un Instituto de vida consagrada que para quienes sienten la llamada a ingresar en un Instituto ya fundado, la vida reli­ giosa es una forma carismatica de existencia. Y la jerarquía de la Iglesia, por su parte, opina lo mismo. La afirmación del carácter caris­ matico de la vida religiosa está repetida constantemente por el alto magisterio de la Iglesia. Una lectura, siquiera sea encimera, de ciertos documentos del Vaticano II como la Lumen Gentium o el Perfectae Caritatis, una lectura rápida de la producción escrita de Pablo VI o Juan Pablo II referida a los religiosos, nos descubriría, sin esfuerzo, cómo la Iglesia afirma aquel aspecto carismàtico de la vida religiosa. Pero ese aspecto carismàtico de la vida religiosa cuaja en unas for­ mas de vida que piden, casi siempre, unos marcos de realización propios e inconfundibles. El carisma religioso no es sólo una forma espiritual de ser; el carisma religioso implica una manera específica de actuar. Y esto habrá que tenerlo en cuenta. Entender la vida religiosa como un carisma que únicamente tiene implicaciones para el mundo invisible del espíritu, es amputar la realidad. El carisma que es la vida religiosa tiene una traducción existencial muy concreta, supone una pose externa que cuaja en unos cauces específicos de actuación. Se es religioso porque, desde luego, se posee una forma espiritual particular, pero se es reli­ gioso también porque se actúa de una manera especial; las dos cosas a la vez. 2. Ya se entiende que no nos vamos a detener en el estudio sobre el con­ tenido específico del carisma religioso. Ese estudio no entra en el tema que aquí se intenta desarrollar y, por otra parte, hacer eso supondría embarcarnos en una tarea demasiado larga. Quien desee profundizar en este punto puede con­ sultar la abundante bibliografía que existe sobre el particular; algunos títulos de esa bibliografía serían, por ejemplo, estos: J. M. R. Tillard, El proyecto de vida de los religiosos, Madrid 1975, 159*392; I d ., La vida religiosa carismà­ tica, Madrid 1977; L. Gutiérrez Vega, Teología sistemática de la vida religiosa, Madrid 1979. 117-253; L. Boff, T estigos de Dios en el corazón del mundo, Ma­ drid 1977, 35-110; X. Pikaza, Esquema teológico de la vida religiosa, Salaman­ ca 1978, 45-109; T. Matura, El radicalismo evangélico, Madrid 1980. 257-272.

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