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CARISMA RELIGIOSO E INSERCION DIOCESANA 113 de miembros, por tanto, no es desintegradora de la unidad, no es dispersadora, menos aun es incompatible con aquella unidad; todos los miembros, siendo muchos y distintos, forman un solo Cuerpo. Esto es doctrina elemental en eclesiología. Pero, tal vez, aunque elemental, no convenga olvidarla. De hecho, y por su relación con la vida reli­ g io sa^ con la misión de los religiosos, Mutuae Relationes nos lo re­ cuerda así: «Los elementos que hacen diferentes entre sí a los diversos miembros, o sea, los dones, los oficios y los ministerios diversos constituyen una es­ pecie de complemento recíproco y, en realidad, están ordenados a la única comunión y misión del único Cuerpo»39. Y formando ese Cuerpo único, cada uno a su manera, convocados por el Espíritu, todos nos convertimos en Iglesia, o sea, en sacramento universal de salvación, que es «la única comunión y misión del único Cuerpo». Como dice la Lumen Gentium: «el conglomerado social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo que la vivifica para el crecimiento del Cuerpo» 40. Todos somos, en cuanto Iglesia, sacramento de salva­ ción. Pero conservando cada uno, en ese conglomerado social que es la Iglesia, su propia especificidad, su propia personalidad. O sea, que si la Iglesia es sacramento de salvación, eso no quiere decir que lo sea porque haya formado antes, o a la hora de serlo, una especie de cóctel monstruoso con todos sus miembros; en el Cuerpo único, que es la Iglesia como sacramento de salvación, cada miembro conserva su especificidad peculiar, su papel propio, su dimensión propia en la misma obra de salvación del mundo. Esto lo confirma Mutuae Rela­ tiones con las siguientes palabras: «Todos los miembros: Pastores, Laicos y Religiosos, participan cada uno a su manera de la naturaleza sacramental de la Iglesia; igualmente ca­ da uno desde su propio puesto, debe ser signo e instrumento tanto de la unión con Dios cuanto de la salvación del mundo»41. Esta es la razón auténtica y última que justifica el que los religiosos nos insertemos sinceramente en la Iglesia como sacramento de salva­ ción, y el que lo queramos hacer sólo según la especificidad del don 39. N.° 2. 40. N.° 8. 41. N.° 4. s

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