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110 MIGUEL G. ESTRADA hay algún principio que nos pueda guiar en la tarea necesaria y delicada de nuestra inserción en la Iglesia en general y, en concreto, en la Iglesia local? He aquí un problema central para todo religioso; central también en este trabajo que estamos intentando desarrollar 30. A lo mejor, en el momento de contestar correctamente a este pro­ blema, nos ayude a ello recordar algunos testimonios de la misma jerarquía de la Iglesia. Así, por ejemplo, en la presentación de Mutuae Relationes el Prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos, el Cardenal Pironio, puntualiza de esta forma: «No se trata, por consiguiente, de defender derechos, de marcar las fron­ teras o extinguir los carismas Se trata de subrayar lo que es propio de cada uno en la comunión eclesial del Pueblo de Dios y de ayudarse mu­ tuamente a ser fieles. Es, en definitiva, el problema de la identidad de la Iglesia. Lo cual plan­ tea, en cada caso, la exigencia de la fidelidad a su propia vocación y mi­ sión» 31. Esta misma idea —fidelidad a la misión que viene impuesta por el propio carisma— se repite, una y otra vez, en el texto de Mutuae Relationes. No vamos a hacer aquí el elenco de pasajes en los que el documento Mutuae Relationes toca este tema; sería esa una tarea muy larga, pues que los textos son numerosos. Pero sí vamos a citar algún pasaje que nos sirva de muestra. He aquí palabras literales de Mutuae Relationes: «Por tanto, los Institutos religiosos exentos, fieles a su fisonomía particu­ lar y a su propia función (PC 2, b)... se dedicarán, con plena conciencia y todo su celo, a realizar dentro de la familia diocesana su testimonio específico y la auténtica misión de su Instituto, fomentando, finalmente en todas las ocasiones, la sagacidad y laboriosidad apostólicas que son características de su consagración»32. «Ningún compromiso apostólico debe ser ocasión de apartarse de la pro­ pia vocación» 33. 30. Un trabajo profundo y claro sobre este punto es el de J. C. R. G a r c ía P a r e d e s , Fidelidad a la propia vocación personal y comunitaria, primera exigen­ cia para los religiosos en el servicio eclesial, en R esponsabilidades eclesiales y sociales de los religiosos, Madrid 1978, 90-125. 31. Eduardo F. P ir o n io , Comentario al Mutuae relationes 2. 32. N.° 22. 33. N.° 46.

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