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CARISMA RELIGIOSO E INSERCION DIOCESANA 107 gioso no garantizan, por eso mismo, una mayor disponibilidad. Hay sin duda muchos cristianos comprometidos en una vida de familia mucho más disponibles para un servicio a los necesitados que muchos religio­ sos» 26. 2.5. Inserción diocesana y desorientación religiosa Y abordamos ya una nueva perspectiva del tema. ¿Por qué otros factores, además de los dichos, puede resultar manipulada directa o indirectamente la misión específica de la vida religiosa? Por éste, por ejemplo: por el propio abandono y por la propia frivolidad. A veces la inserción equivocada, viene provocada por la desorienta­ ción y superficialidad con que se viven las exigencias carismáticas de la propia especificidad religiosa. A lo mejor, en un primer momento, extraña esta afirmación. Pero yo creo que es desde esta idea —la superficialidad en la comprensión y consecuentemente en la vivencia del propio carisma— , como se explican bastantes inserciones disparatadas en la Iglesia local. Cuando la vivencia y, antes, la comprensión de un carisma no empapa el hondón del ser de religioso, cuando los contenidos carismáticos llegan sólo a las capas encimeras de la propia existencia, entonces no tiene nada de extraño que nuestra vida práctica de reli­ giosos —quiero decir nuestra vida misional de religiosos y de tales religiosos— quede manipulada por cualquier reclamo, sobre todo cuan­ do ese reclamo se nos muestra como teóricamente bueno y apostólico. Es éste un caso, por lo demás, que a mí me parece no es tan raro. Y por esto no es tan raro el que uno pertenezca a cierta comunidad o a un Instituto particular como podía pertenecer a otro Instituto o a otra comunidad con carisma distinto, o como podría no pertenecer a ninguno. Cualquiera conoce religiosos que, sin apenas formación típi­ camente religiosa, intentan solamente y, a lo mejor, con cierta ilusión, poner en práctica las exigencias de cuatro principios generales de vida cristiana, valederos para todo bautizado. En determinados Institutos religiosos la falta de formación específicamente religiosa ha sido nota­ ble; la formación que se impartía en esos Institutos se limitaba al cultivo de unos lugares cristianos comunes, de ciertos principios ascé­ ticos generales, que mal podían servir para orientar toda una vida que se decía con carisma especial. Esto, me parece a mí, ha sido una rea- 26. Legitimidad y continuidad histórica de la misión de los Institutos reli­ g iosos, en R eligiosos en una sociedad laica, Madrid 1979, 192.

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