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CARISMA RELIGIOSO E INSERCION DIOCESANA 103 Naturalmente; desde la intuición del propio Fundador es uno mismo el que, como tal religioso responsable en un Instituto concreto, controla los límites, en extensión e intensidad, de la propia inserción en la sociedad. Dicho de otra manera: es cada uno el que, desde su carisma religioso congregacional, busca en el ancho campo de las nece­ sidades humanas la pista propia para aterrizar; pero no son las urgen­ cias sociales las que imponen matemáticamente al religioso el campo y la pista de este aterrizaje. Sólo desde la dialéctica necesidades sociales- carisma religioso propio brota la inserción correcta. E intentar, como sistema, obedecer acríticamente la llamada de la sociedad, es eso: de­ jarse manipular, jugar frívolamente a no ser religioso. Valga, conclu­ yendo esta idea, la puesta en guardia de un especialista francés en temática religiosa; dice así el capuchino Santaner: «La vida religiosa cristiana pierde lo mejor de sí misma en toda Con­ gregación donde se escoge identificarse con un mundo humano particu­ lar, sea el que fuere... Los religiosos y religiosas deben saber que su libertad según el Espíritu depende de la revisión que incesantemente debe hacerse por parte de su Congregación para no identificarse con un mundo concreto particular»20. 2.4. La inserción religiosa ante las necesidades diocesanas Y bien, fijémonos ya en otra perspectiva del mismo tema21. No es infrecuente el que sean las necesidades específicas de la Iglesia diocesana las que se presenten no sólo acuciantes sino también impositivas para forzar la inserción de los religiosos, para pedir exi­ gentemente a los religiosos una mayor dedicación según unas líneas determinadas. Según nos muestra el análisis de la vida actual de la Iglesia, de buenas a primeras, y porque los efectivos humanos de los que se disponía han disminuido aparatosamente o porque las constantes socio- culturales han dado un vuelco dejando a la intemperie unos problemas que hasta ahora vivían larvados, determinadas Diócesis se han visto abocadas inesperadamente a muchos y difíciles problemas de apostolado. Y ante un situación ciertamente alarmante, más de una vez han soli­ citado angustiosa y apremiantemente —a lo mejor, en ocasiones, hasta 20. ¿Tiene aún sentido existir como Congregación?, Madrid 1979, 152. 21. Pueden verse las observaciones que sobre el particular hace J. M. R. T illa r d , El proyecto de vida de los religiosos, Madrid 1975, 392-406.

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