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96 MIGUEL G. ESTRADA Ahora bien, e insistiendo porque el problema es de importancia capital, digo que sobre esta especificidad de nuestra encarnación como religiosos en la Iglesia local —la especificidad de cada Instituto—, conviene tener ideas suficientemente diáfanas y firmes. Y es que, desde una perspectiva negativa, si no tenemos esa distinción clara, las con­ secuencias serían francamente preocupantes. Entre esas consecuencias se podría citar, por ejemplo, la creación de un estado de confusionismo vocacional que a mí se me antoja especialmente alarmante. En con­ creto quiero decir esto, repitiendo palabras de un gran teólogo de la vida religiosa: «Si no son distintas las misiones evangelizadoras de sacerdotes, laicos y religiosos, tampoco tendría razón de ser ni la vocación sacerdotal, ni la laical, ni la religiosa. Daría lo mismo ser una cosa que otra o no ser nin­ guna de ellas. No tendría razón de ser el Espíritu Santo sin multiplici­ dad de dones. Y sin Espíritu Santo no tiene razón de ser la Iglesia del Espíritu» 12. Así de confusas serían las cosas. Y a ese confusionismo llegaríamos si mezcláramos indiscriminadamente nuestras obras y formas evangeli­ zadoras, las obras y formas evangelizadoras que corresponden a cada bautizado en la edificación de la Iglesia diocesana. Toda la teología de la diversidad de llamadas se esfumaría sin proyecciones prácticas y concretas; el tema de las diversas vocaciones quedaría reducido a un malabarismo intelectual de gabinete, a un abstraccionismo más. Hasta dejaría de tener sentido, por lo menos hasta un cierto punto, la doc­ trina clásica y densa, íntimamente ligada al problema de la diversidad de vocaciones, sobre la diversidad de dones del Espíritu Santo. Si en la práctica no distinguiéramos cuidadosamente la misión evangelizadora singular y propia, inherente a las multiformes llamadas del Espíritu, abocaríamos a un cóctel religioso insípido, a un uniformismo desorien­ tador y esterilizante a la larga. Pero no obstante, y aunque esto parezca a primera vista inverosímil, es esto lo que sucede en la práctica más por eso su impacto a través de la historia. En este sentido, cf. J. A lvarez , La vida religiosa ante los retos de la historia, Madrid 1979. 12. L. G utiérrez V e g a , en Los religiosos y la evangelización del mundo contemporáneo, Madrid 1975, 139.

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